miércoles, 6 de julio de 2011

Dignity


Ya hace tiempo que no vivo en Santa Cruz y no sé qué es lo que se hace cuando es vacaciones y tienes dieciocho años. Cuando me tocó hacerlo, solíamos ir a terrazas de verano. A modo de curiosidad, hubo una, llamada La Factoría, en la que sorprendimos a mi hermana en el primer beso, con su primer novio, para mayor regocijo nuestro y mayor vergüenza suya.

El resto del año, ocupábamos nuestros fines de semana, yendo a lugares en los que te escudriñaban a ver si dabas el perfil y podías ser uno de los privilegiados en entrar en ese local. Así, puedo recordar uno, llamado Tosca, que afortunadamente acabó cerrando y espero que con sus propietarios arruinados, por no haberme permitido entrar cuando acababa de cumplir mis deseados 18 años. Cuando llegamos el grupo de amigos a la puerta del infausto tugurio, el inteligente culturista que custodiaba la puerta, dejó a pasar a todos y cuando yo llegó mi turno, extendió su inmensa mano que ocupaba casi todo mi pecho y me detuvo.
Miró por encima de sus pechos hormonados en dirección a mi insignificante ser, que estaba allá abajo y supongo que con gran esfuerzo, su cerebro le dio la orden a su boca, para que articulase alguna palabra, pero fracasó. Tan sólo se pudo escuchar un graznido. Lo que viniendo de aquel individuo, bien seguro, le había dejado exhausto.
Normalmente junto a estos especímenes, suele haber un tipo más escuchimizado, que se encarga probablemente de darle cacahuetes para que pase la noche. Otra función que seguro le reconforta, es ir saludando a todos los que cree que son sus amistades, y pobre ignorante, no se da cuenta que sus falsos amigos, no son más que unos interesados. A este domador de gorilas me dirigí, preguntándole por qué no podía pasar, si ya había cumplido los 18 años.
Me miró con profundo desprecio y como perdonándome la vida, contestó con cara de asco:
- Es que ya hay demasiado piberío dentro...

Tras aquella nefasta experiencia, a aquel sitio no volvimos nunca más y ver cómo acabó fracasando el negocio, me produjo una inmensa satisfacción por la afrenta recibida.
Otro enclave era la discoteca El Coto, del Puerto de la Cruz (a 40Km de Santa Cruz), que para pasar sin abonar la estratosférica entrada, debíamos hablar con una tal Charo, la relaciones públicas, que era bastante áspera y decirle que éramos amigos del primo de un colega suyo... En fin, demasiado esfuerzo, demasiado lejos y la música demasiado alta y demasiado mala, como para tomarse tantras molestias.

Aunque durante un tiempo visitamos un lugar llamado Cactus, pronto vimos que la opción buena, sobre todo en época de vacaciones, eran las terrazas de verano, donde cada año cambiaban de nombre, ofreciendo nuevas situaciones temáticas. De esta manera, comenzamos yendo a un lugar llamado El Hangar. Este local era regentado por un tal José Luis el Cura, siempre acompañado del clásico calvo, saco de músculos, incapaz de aplaudir con ambas manos, por un lado por la cantidad de bíceps, que le imposibilitaba físicamente y por otro, porque intelectualmente, le resultaría una  dificultad insalvable. Junto a él, impertérrito, José Luis el Cura, a quien no olvidaríamos nunca saludar efusivamente, como si nos conociéramos de siempre, cuando más adelante abrió un lugar donde pasar nuestras noches de verano: El Astillero.

Al Astillero, en pos de amores imposibles, acudía con Yofri, de quien he hablado alguna que otra vez, siempre con generosidad, a pesar de que en aquellas visitas a las terrazas de verano, en cuanto avistaba una presa, o enganchaba una buena conversación con un compañero de natación, dejaba a este pobre infeliz y tímido muchacho, abandonado a su suerte.
Aquella soledad, con mis inocentes 18 años, me permitía reflexionar sobre qué camino tomar una vez que entrara en la Universidad. Y como sus ausencias eran prolongadas, a él debo hacer culpable de haber tomado un camino académico equivocado.
Siempre sonaba, además de la nauseosa y aborrecida Chica Ye-yé de Concha Velasco, un tema que esperaba cada noche: Dignity, el primer lanzamiento de un grupo escocés llamado Deacon Blue.
En ella se cuenta la historia de un hombre que lleva muchos años de barrendero y que sueña con que un buen día lo abandonará todo y con sus ahorros, se comprará un barco, un pequeño bote, en realidad, al que bautizará como Dignity. A bordo de Dignity se hará a la mar, cambiando su vida.

Dignity me transporta a aquellos momentos en los que me vi por primera vez en una encrucijada de caminos. Tal vez la más importante en mi vida. Me tocó decidir qué haría con mi futuro. Me tocó tomar una decisión importante. Aquélla que marcaría el resto de mi existencia para siempre.  



4 comentarios:

Mario González dijo...

Muy bueno Mel!!! Pero tengo que decir en favor de Yofri que cuando pillabas a alguien para hablar ya no te veíamos en varias horas. Si lo sabré yo, coño!!!! jajajaja

Anónimo dijo...

Gracias Mel. ¡Cuántas canciones en el recuerdo de esa época de discotecas y terrazas de verano! Good song! Un beso

Lorena Crusellas dijo...

Mel he vuelto atrás en el tiempo y no sabes lo que daría por una noche en el Astillero,,pero una de esas buenas noches con mis amigas y viendo quien estaba por alli!! q ficheje vería esa noche...ayyy buenos tiempos, diferentes, pero sólo volvía por un dia!
Besotes

Anónimo dijo...

Desde luego esto ya es el acabose, pero hasta aqui hemos llegado, me reencarnare en el AntiMelkarr para poner aqui un poco de justicia.
Lo primero es que no acaba de quedar claro quien era el pobre infeliz si tu, o tu querido amigo Yofri al que abandonabas a la primera falda que veias en el Astillero, nuestra primera terraza de verano, y me dejabas tirado por ahi.
Y lo segundo es que a ti lo que te hacia ilusion era escuchar el Americanos de Holly Johnson y no el Dignity de 3 años antes. Pero no te preocupes que desde este espacio que me brinda tu blog contare la verdad acerca de la lata que nos dabas con la musica y descubrire al mundo digital tu verdadero gusto musical.
Y en tu honor, que se que apreciaras el detalle, he escrito este comentario sin un solo acento.
Volvere!!
El AntiMelkarr (tambien conocido como Yofri en algunos circulos y rectangulos)

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