sábado, 5 de octubre de 2013

Missing You

 
Missing You es la canción de la tristeza. De las más duras despedidas. De cuando quedaba de pie, viendo como tu figura cada vez se iba haciendo más pequeñita, hasta desaparecer. O de cuando era yo el que se iba por la puerta de embarque y hacía esfuerzos por que no me vieses llorar.
Es la canción de los días sin ti, de los besos que ya no tenía, de caricias sin piel. Es la canción de los días que quedaban para volverte a ver. Esos interminables días, que siempre trágicamente eran más largos que los que estabas conmigo.
Volvía sobre mis pasos, yendo por las calles y sus rincones, por donde ya no estabas y no hacía mucho recorríamos juntos. Avanzaba mirando hacia todos lados, como intentando encontrar la complicidad de alguien o de algo, por ver si sólo era yo o también mi ciudad, nuestra ciudad, te echaba de menos.
 
Oía una y otra vez Missing You y no podía evitar pensar en esa frase que se repite a lo largo de toda ella, cuando Chris de Burgh dice:
"Ahora que te he encontrado, nunca dejaré que te marches..."
 

lunes, 16 de septiembre de 2013

Memories Of Green

 
Cuando tenía siete años, por no sé qué motivos, mis padres decidieron apuntarme en clase de solfeo y piano. Allí estuve tres años. Debo decir que aunque soñaba con poder llegar a tocar algún día el piano, tanto sacrificio, tantas clases en el conservatorio, clases de repaso con profesores particulares y prácticas muy de cuando en cuando, con el pìano de casa de mi abuela Isabel, ya que era el que más cerca tenía. Estaba a 1 km, o lo que es lo mismo, a media hora de casa caminando. Tanto esfuerzo, pensé, no merecían la pena y acabé convenciendo a mis padres para abandonar mis estudios musicales.
 
En mi infancia tomé dos decisiones trascendentes para mi futuro, sólo dos, pero que mis padres aceptaron y de las que nunca he tenido que volver hacia atrás. Una fue dejar el piano y solfeo, la otra, más difícil de entender para un canario, la de no volver a disfrazarme nunca más en unos Carnavales.
De esta última no he tenido ningún arrepentimiento a lo largo de mi vida, pero debo confesar por vez primera, que siempre que veo un piano en algún sitio, esperando que alguien abra su tapa y empiece a tocarlo, siento cierta nostalgia por no poder ser yo quien lo haga.
Cerca de mi casa de Barcelona hay un centro comercial que en su planta de abajo tiene un horrible piano de color rojo, que a lo largo de todo él, pone escrito en grandes letras blancas, para que pueda leerlo todo el mundo: "Si sabes, puedes tocarme..."
Paso junto a él y siempre lo miro de reojo, pensando si algún día podré volver y hacerlo.
 
Tenía un profesor de Ginecología, el Dr. Troyano, que era mi padre científico y con el que hacía algún trabajo de investigación. Muchas veces acudía a su casa a reunirnos para algún estudio o para hacerle alguna traducción al inglés de algún artículo suyo. Algunas veces, cuando habíamos acabado el trabajo y se encontraba relajado, se sentaba en el piano y tocaba Misty.  Creo recordar, aunque tal vez el tiempo haya tergiversado mis recuerdos, haberle preguntado si había estudiado piano,  y que me dijo que no, que la aprendió de oído, a base de practicar. Y la verdad es que sonaba muy bien. Desde aquellos días en que le oí tocar Misty, sin querer, pensé que yo podía hacer lo mismo algún día con algun tema sencillo. Y no he dejado de pensarlo desde entonces. Claro que me encantaría poder hacerlo con Rhapsody in Blue, pero seamos realistas. Esta obra maestra de Gershwin está bien lejos de mis posibilidades, aunque a base de oirla ya me la sepa de memoria. 
Soy consciente que ya nunca sabré tocar el piano como mandan los cánones del Conservatorio, pero a pesar de eso, pienso que algún día con tesón y mucha paciencia, seré capaz de al menos tocar alguna pieza de una manera más o menos decente.
Y ya desde hace un tiempo, sé cuál será.
 
En el mismo año que dejé los estudios de piano, aquel niño de once años se quedó deslumbrado con una película fascinante, que llegué incluso a ver, hipnotizado por su belleza, dos veces en la misma semana. Era Blade Runner. En ella, aunque de forma breve, suena un tema de Vangelis, precioso, intimista, que refleja el anhelo de una sociedad futura, sola, deshumanizada y superindustrializada, cubierta por un invierno nuclear permanente, que no les permite casi ver la luz del sol, donde la verde vegetación ya sólo forma parte de los recuerdos. Los recuerdos de lo verde: Memories Of Green.

Escucho Memories Of Green, casi como un reto, aunque no creo que sea muy difícil llegar a poder tocarlo. He encontrado en la red un tutorial. Ahora sólo necesito paciencia y un piano con el que ensayar, o mejor, una clavinova , que es un piano electrónico que simula el tacto de un piano clásico, al que pueden conectarse unos auriculares para no molestar a nadie con los interminables ensayos-error que lleva consigo el aprendizaje.
Pero sólo conozco un clavinova; el de mis primos políticos Inma y Mariano, que seguro estarían dispuestos a dejarme ensayar con él. Lástima que esté a 1000 km de casa. Mil veces más lejos de lo que estaba el piano de abuela Isabel, de la mía, cuando tenía once años.

Este verano estuve en casa de Inma y Mariano, en Málaga. Aprovechando un momento que me quedé solo y sin que nadie me viera, como un ladrón furtivo, me acerqué al clavinova, levanté la tapa y deslicé mis dedos suavemente por el blanco nácar de sus teclas. Cerré los ojos un segundo y me imaginé tocando Memories Of Green.




domingo, 8 de septiembre de 2013

A Night Like This


 
Si existen las vacaciones es porque sin duda, antes ha habido un interminable, duro y terrible año de trabajo. Sí, ya sé que es una obviedad ¿Y qué? Será porque estoy volviendo de ellas y hoy es mi primer día de vuelta al trabajo y que no se me ocurre nada más original. Tal vez...
En fin, llegados a estas alturas tan deprimentes y depresivas, siempre me consuela pensar que al menos ya me queda menos de un año para volver a disfrutar de nuevo de ellas. Y es que hay que ver siempre el punto positivo de las cosas. O como solía decir de pequeño: "Todo depende del ojo de cristal con que se mire..."
Ahora es cuando comienzo con mi autofustigamiento, observando las fotos que hice en el verano y sobre todo, las que no hice, que me hace ya pensar en las vacaciones del próximo año...

Pero el verano no es sólo época de hacer fotos, de comer como animalitos, de tomar el sol hasta que la hipodermis hierva como la epidermis y se reseque, quedándote la nariz pelada conmo si fuesen escamas de queso parmesano. En absoluto. Se pueden hacer más cosas. Y una de ellas, es aprovechar para descubrir nueva y buena música.

Este verano ha llegado a mis oídos una cantante de jazz de Holanda llamada Caro Emerald. Ha hecho una especie de viaje en el tiempo. Un viaje virtual. Y esto se debe a que sus canciones han sido compuestas a partir de 2010, ya a propósito tienen un preciso estilo años 50.
Detrás de ella hay un equipo de compositores holandeses, que contrataron a un letrista canadiense para los arreglos de los temas.
Todos los detalles de este original proyecto están muy cuidados y salvo por la calidad del sonido, podrían pasar perfectamente por ser temas ya clásicos. Esto sí es el arte llevado al pop y no el pop art de Roy Liechtenstein.
Y si no, sólo hace falta mirar el vídeo de Stuck, que consigue cautivarme con su puesta en escena al más puro estilo retro 50.
Por si esto fuese poco, en That Man, se le brinda sin duda un claro homenaje al diseñador Saul Bass, autor de geniales carteles y los títulos de crédito de películas de loa años 50 como Con la muerte en los talones, El hombre del brazo de oro, o Psicosis.

Caro Emerald sólo ha editado un álbum, tal y como diría mi padre, "de momento..." y que de principio a fin me ha parecido una delicia.
Mi amigo Javier Tapia me hizo descubrirla con la canción A Night Like This, que a pesar de su ritmo pegadizo, y ser la menos jazzística del álbum, conserva ese bouquet a Riviera francesa, nos hace imaginarnos con una copa de Martini, transporándonosa hasta la Côte d'azur de los años 50.
En este vídeo se presenta una de las eternas disyuntivas del ser humano. Y más cuando eres joven y estás en pleno verano. Con cuál quedarte, con la rubia o la morena.
A mi recuerdo viene la historia de una pareja. Dos hermanos, una noche de marcha, probablemente en una noche de verano, ven a dos guapas chicas a las que deciden abordar. La duda que tienen la resuelven de la manera más romántica posible. Uno le dice al otro:
- La de la izquierda para mí y la de la derecha para ti... Hasta la fecha.

En A Night Like This, un fotógrafo está con una preciosa modelo morena y en su ángulo de visión aparece una no menos guapa chica rubia, que le hace dudar qué decisión tomar.
Si a mí me tocara elegir en esta historia ficticia, lo tendría bien claro. Entre la morena y la rubia, sin dudarlo, me quedaba con Caro Emerald.

 

martes, 25 de junio de 2013

Kodachrome


Hubo una época en la que para hacer fotos tenías que tener mucha paciencia.
No hace mucho de esto. Todavía no lo he olvidado por completo. 
Había que comprar unos carretes de película que se metían con cierta habilidad en la parte de atrás de la cámara. ¿Que qué es un carrete?
Bueno, no sé... Como un cilindro metálico que tenía dentro una cinta sin fín. Bueno, sin fin, no... Podías hacer hasta 36 fotos con cada carrete.
Ibas haciendo fotos y te imaginabas cómo iban a quedar, porque no se podía ver en ninguna pantalla lo que habías fotografiado. Cuando llegabas al final, tenías que esperar a estar en algún sitio oscuro, porque el maldito carrete se velaba si le tocaba la luz. ¿Qué es velarse? Pues velarse el carrete era de las cosas más frustrantes que te podían pasar. Perdías todo lo que pacientemente habías estado fotografiando. Todo a la basura.
 
Pero suponiendo que no se hubiera producido ningún accidente, cogías tu carrete y te ibas a un lugar llamado laboratorio donde te revelaban el rollo. Después de unos días, y pagando, claro está, te daban en un sobre tus fotos milagrosamente transferidas en papel. Era como un regalo de cumpleaños el coger aquel sobre e ir pasando una a una cada cartulinilla.
 
Yo nací con el color, porque a principios de los 70 ya pocas fotos se continuaban haciendo en blanco y negro. De niño pensaba que cuando mis abuelos eran jóvenes, la vida era en blanco y negro. ¿Acaso alguien ha visto alguna película de los años 20 ó 30 en color? No me imagino a Charlot en colores. Harold Lloyd colgaba de aquel reloj en la fachada del edificio en blanco y negro. El cine negro era negro, por supuesto. Todo esto era lógico; el mundo era en blanco y negro y de forma paulatina fue cambiando a los colores tan bonitos que podemos ver ahora.
 
Hace poco que supe cuándo fue este cambio. Fue en 1935. Dos músicos metidos a científicos, llamados Leopold Mannes y Leopold Godowsky Jr., tras salir de una decepcionante película en un primitivo color en 1916, se pusieron a investigar, para conseguir una película de color de calidad. Su invento fue comercializado con el nombre de Kodachrome, primero para cine y posteriormente para la fotografía, tanto de aficionados como de profesionales. Dicen que es la película que más fielmente reproduce los colores y que si se almacena con unas determinadas condiciones, no se desnaturaliza y persiste durante cien años.
Kodachrome se comercializó durante 74 años y llegó a ser la película más vendida de todo el mundo en el siglo XX.
 
Cuando nos conocimos, yo vivía una etapa oscura de mi vida, desenfocada y con más sombras que luces. Kodachrome estaba muriendo, siendo desplazada por el mundo digital que lo acabaría invadiendo todo.
Nuestra primera cámara fue por supuesto digital y la segunda y la tercera... Ya no tuvimos que comprar más rollos, ni revelar más fotos.
Ya las cosas no volverían a ser iguales.
Aunque a veces podamos pensar que somos muy distintos, que uno ama muchas cosas que al otro no le hace ni una pequeña cosquilla, o al revés, la verdad es que tenemos muchas pasiones comunes. Alguna de ellas es Paul Simon, que con sus maravillosas canciones, como Kodachrome, me hacen recordar cada vez que la oigo, que cuando Lou llegó a mi vida, mi mundo tan triste y tan oscuro se llenó para siempre de color.