jueves, 26 de julio de 2012

Imagine


¿Quién está preparado para los momentos tristes, por mucho que sepas que tarde o temprano van a llegar? ¿Qué pensar para alegrarte o incluso qué decir a quien quieres para secar sus lágrimas o atenuar su dolor? No sé bien qué responder a cada una de estas preguntas, pero ya desde hace un tiempo estoy firmemente convencido que de las cosas malas, de cada una de ellas, siempre se aprende alguna lección.

Arantxa se ha ido y todos sabíamos que se iba a ir. Lo sabía hasta ella. Me lo dijo la última vez que pudimos hablar. Pero a pesar de todo, creo que se ha ido feliz.
Sí, es muy joven, creo con total seguridad que ha sido una persona muy afortunada. Ha tenido la suerte de tener dos cosas. Sólo dos, pero aunque parecen pocas, son bastantes más de las que mucha gente puede llegar a tener.

La primera fue la vida. Su vida le dio la oportunidad de tener otra vida y además de disfrutarla y vivirla con intensidad. Hizo lo que nadie hace. Pensar en cómo eres, mirar dentro de ti, cambiar lo que no te gusta y apreciar cada uno de los ínfimos pero maravillosos detalles que te ofrece el mundo cada mañana. Su segundo cumpleaños fue el amanecer de una nueva Arantxa. Se convirtió en la Arantxa que yo conocí. Simpática, alegre, luchadora, valiente, cariñosa, bromista y con ese punto de ironía que siempre ha sido para mí una muestra de gran inteligencia.

La segunda, Arantxa, déjame decirte que por lo menos un poquito, la comparto contigo: Es tu familia.
El día que te fuiste pensé en ti y en tu familia, en mi familia. Y como tú hiciste un día, yo también descubrí la suerte, la inmensa fortuna que tengo, que has tenido, de tener esta familia.
No hubo ni una sola de esas noches llenas de miedos, ni un sólo día, de tus interminables días en el hospital, que no hubiese alguien a tu lado, acariciándote las manos, poniéndote crema, haciéndote esos masajes que tanto te gustaban.  Siempre ha habido alguien que te susurrase al oído, cuando ya no nos podías oir, diciéndote con cariño que te ibas a poner buena, prometiéndote que tendrías otro cumpleaños más, el tercero. Queríamos volver a oir tus risas y a iluminarnos con esos preciosos ojos claros.

Pero te has ido. Y aquí hemos quedado los demás, sin entender tantas cosas. Ya te decía que uno no está preparado nunca para los momentos tristes. Tenemos un sentimiento agridulce, menos dulce que agrio, pero con la alegría de haber vivido todo este tiempo contigo y de ahora sentir que todos los momentos tristes, y los buenos y tú, hacen que cada vez estamos más juntos. 
No estás, pero estás más que nunca. Pero por encima de todo hay un poso que nos dejas. Un regalo para siempre, y eso es lo que nos ayuda y anima: la felicidad de tu recuerdo.


miércoles, 11 de julio de 2012

The One and Only


Hay mucha gente que dice que canta en la ducha.  Puede ser, aunque sólo lo he visto en las películas. No he conocido nunca a nadie que lo hiciese. (Creo). Que me perdone alguien si lo hace y no me acuerdo de él. Lo más parecido era uno, cuyo nombre no mencionaré por respeto, que se llevaba la guitarra cuando iba al retrete. Pero bueno, viéndolo de esta manera, lo de cantar en el baño, podría darlo por válido.

Hay gente que canta y silba a todas horas, o cuando trabajan, o si tienen el destornillador en la mano. Incluso hay gente que le cantan los pies. Ni lo primero, ni lo segundo y por supuesto, ni lo tercero, es mi caso.
Puestos a elegir, yo también tengo mi sitio y ése es mi coche.
A mí siempre eso de cantar en público, aunque el público sea una sola persona, me ha dado un poco de vergüenza y por tanto me he prodigado poco, pero desde hace un tiempo he decidido lanzarme al ruedo.

Pero mis dotes de canto no las empleo con cualquier canción que aleatoriamente decida reproducir mi Ipod caprichosamente, no, no... Un cantante como yo tiene su repertorio... y sus registros.
Aunque llevo años intentando poder cantar alguna canción de Phil Collins, su tono es tan agudo que por mucho que lo intento, no soy capaz de llegar con un mínimo de decencia. La excepción es Easy Lover, que por primera vez canté (o cantuve, porque si es anduve, pues eso...), como decía, el estreno fue hace ya muchos años con mi amigo Remy, a quien le mando un saludo desde estas líneas que no lee nadie. Sigo interesado en repetir aquel dúo, por lo que todavía estoy necesitando compañero para este karaoke. Si alguien se apunta, yo puedo hacer de Phillip Bailey o de Phil Collins. Dejo escoger.

Mientras espero que aparezca el cantante que me haga el contrapunto, voy afinando la técnica con otras canciones. Eso sí, teniendo mucho cuidado que no me suceda lo que le pasó a mi amiga la Dra. Jomeini, que una cosa es lanzarse a hacerlo a todo pulmón y otra bien distinta, es provocar un escándalo público.

Hay muchas canciones que no puedo evitar cantar a todo lo que dan mis cuerdas vocales, como es ese famoso tema de Chesney Hawkes. ¿Que quién es Chesney Hawkes? Chesney Hawkes es hijo de otro cantante de bastante más éxito que él, Len Hawkes, músico de la banda británica de los 60, The Tremeloes.
Porque el pobre de Chesney Hawkes, a pesar de haber sido apadrinado por una estrella de los 80 como fue Nik Kershaw, es uno de esos ejemplos que los británicos llaman one hit wonder, o sea, un cantante de un solo éxito. Alguien que toca la fama y se la arrebatan de inmediato. Vamos, un desgraciado.
Y encima, en el caso de Chesney Hawkes, esa canción compuesta para él por Nik Kershaw, se llamaba The One and Only (El primero y el único). Curiosa coincidencia.

De momento, porque nuestra economía no nos lo permite, pero como dice mi padre, ¡de momento!, mi escenario de actuaciones es el interior de mi monovolumen o fregoneta familiar, cerrada a cal y canto y con los cristales bien subidos. Aunque el otro día, arropado por unos cuantos amigos y otros tantos gin-tonics, me subí a una tarima a cantar y a profanar el eterno descanso de Freddie Mercury, mis aspiraciones son lograr poseer un auditorio de actuaciones, más propio de un artista de clase, como yo y nada más adecuado, como puede ser un New Beetle Cabrio. El techo serán entonces el cielo y las estrellas y así todo el mundo podrá oir claramente, cómo canto a pleno berrido, I am the one and only...


 
Chesney Hawkes - "The One And Only" (1991) por walteralcostan

miércoles, 4 de julio de 2012

Falling in Love


A medida que pasan los años, tienes más vida detrás de ti para poder mirar hacia dónde te ha llevado tu existencia. No dudo que ha habido gente que quisiste mucho y que en cambio a ti te tuvo sólo cariño. Huesos por los que estuviste loco y que jamás apreciaron tu dedicada demencia. Pero seguro que también hubo quien suspiró por ti, que soñó contigo y tú en cambio, ignoraste todas aquellas señales, o tal vez no te tomaste la molestia de averiguarlo nunca. El amor es así. Una vía de tren en dos direcciones, que no siempre coinciden.

Hoy me han contado la triste noticia de una historia de amor, de una pareja que conocemos bien, que se ha roto. Estamos consternados, porque a los dos los queremos mucho y es duro descubrir que el amor se ha ido, dejando unos posos muy tristes y desagradables.
Aquel amor, que ahora ya no existe, comenzó hace mucho tiempo, casi cuando conocí a un tipo llamado Randy Newman.

Randy Newman, a pesar de su escasa notoriedad entre nosotros, ha sido y continúa siendo toda una institución en su país, como compositor de bandas sonoras, cantautor de letras irónicas y mordaces o como un excelente pianista. Sus canciones han sido interpretadas por artistas como Ray Charles, Tom Jones, The Everly Brothers, Etta James, o la ELO. Poca gente sabe que ese famoso tema de Joe Cocker, en realidad es obra de Randy Newman.  Aquí lo cuenta el propio Randy.
Estos últimos años, tal vez ha logrado que lo conozcamos un poco más, a raíz de algunas famosas bandas sonoras que ha compuesto, como la de Monsters S.A. o la saga de Toy Story.

Cuando Randy Newman apareció en mi vida, fue con una canción llamada Falling in Love. Formaba parte de un álbum titulado Land of Dreams, donde iba contando tema a tema, su infancia y adolescencia en New Orleans, que tanta influencia ha tenido en su música.

Hay una primera vez en tu vida en la que notas como una sensación de vértigo dentro de ti. Una felicidad tonta que te impide dejar de estar sonriendo a todas horas. Lo llevas escrito en la frente y aunque quisieras apartarlo de tu mente, piensas que todo el mundo al verte también lo sabe. No quieres que nadie se dé cuenta, pero a pesar de eso, no te importa que el mundo entero lo descubra. Cuando me sucedió, me acordé del bueno de Randy Newman, que había conocido tantos años atrás.

La letra y la música de Falling in Love, tan pegadiza, describen perfectamente ese maravilloso estado de ingravidez, esa pesadez de párpados y brazos, el estómago girado del revés, el rubor facial, el temblor y la taquicardia desbocada. Puede que camines torpemente, incluso que tropieces por tener la mente tan ocupada, disfrutando de una inmensa felicidad que te sale a borbotones por todos los poros y que apenas puedes disimular. Quizás - como dice Randy Newman - es que te has enamorado.

Ahora es un momento triste. Pero seguro que habrá un nuevo amanecer y con la nueva vida que les espera, un día volverán a descubrir que se han enamorado otra vez.