miércoles, 28 de diciembre de 2011

All I Want for Christmas is You


Tal vez es la primera vez que tu nave cibernética, navegando por los infinitos mares de la red ha tocado mi puerto, producto de la aleatoria casualidad o quizás no. A lo mejor sé quién eres, o a lo mejor no, pero seas quién fueres, quisiera pensar que esperas cada miércoles con impaciencia a que te cuente otra historia con la que sorprenderte, o que tu ansia sea escuchar una nueva canción. Puede ser que durante tantas y tantas semanas viniendo por aquí, hayas descubierto algo que no sabías, o que al leerme te hayas dado cuenta de que lo que explico es inexacto o completamente falso. Sé que no siempre te interesará lo que escribo. Que puede que me hayas encontrado ñoño, cursi, aburrido, repetitivo, pagafantas, absurdo, previsible, anodino, o carente de interés. Incluso es posible que algún día de ésos que uno tiene medio tonto, más por ti, que por lo que escribo, hasta puede que haya llegado a emocionarte. Sea cual sea el motivo que te arrastre hasta mí, quiero decirte que me alegro por dejarme compartir contigo mis pequeños momentos y los sonidos que me acompañan en mi vida.
Gracias por formar parte de este blog. Te deseo una Feliz Navidad y que el año que viene, que todo el mundo critica, le teme y del que se dicen tantas cosas terribles, a pesar de que nadie lo conoce y nadie lo ha visto, nos dé una sorpresa a todos y sea un tiempo en el que nuestras esperanzas y nuestros mejores sueños puedan hacerse realidad.


jueves, 22 de diciembre de 2011

Keeping The Dream Alive


Cada vez que reapareces en nuestra vida, traes contigo un poco de música. Las canciones del verano y del invierno, las pones tú. Oyéndote canturrear, descubrimos Break your Heart, el gastadísimo Waka Waka cuando no lo había oído nadie antes,  o ese Dynamite que me hiciste hacer sonar durante todo el verano.
Y mientras buscaba tu canción en el maremágnum musical de mi Ipod, un día de este verano, empezó a escucharse un tema de un grupo alemán llamado Freiheit. Me dijiste que no la quitara, que querías escuchar de nuevo esa canción, que conocías y que tanto te recordaba a la Navidad. Y desde entonces, aunque fuera hubiese 30 grados, oigo Keeping the Dream Alive y me acuerdo de la Navidad y de ti.

Seguro que los alemanes Freiheit no querían componer una canción que fuese considerada como navideña, cuando decidieron dar el salto internacional. Eran considerados uno de los grupos pop más importantes de Alemania, con cientos de miles de seguidores en su país. Llamados originalmente Münchener Freiheit, redujeron su nombre artístico, lo cambiaron simplemente por Freiheit, contrataron a varios letristas ingleses, tradujeron sus canciones más famosas como Play it Cool, o Kissed You in the Rain y se lanzaron a la aventura. Tras no obtener la respuesta que esperaban, con un discreto éxito y después de dos discos en inglés, decidieron centrarse de nuevo en el mercado germánico, donde aún siguen actuando.

No hay ningún otro requisito para ser padre, como es el tener un hijo. Y tal día como hoy, hace 11 años que me dieron mi título.  Desde aquel ya lejano 2000, tenemos rondando por nuestras vidas a nuestra querida Tiri. Y aunque hay muchas canciones que me traen tu recuerdo, hoy he escuchado de nuevo a Freiheit y me he acordado de ti.
En un lugar como éste, vinculado a recuerdos, sentimientos y música, no podía dejar de nombrarla. Cuando oigo esas historias de gemelos que viven cada uno en una parte del mundo y que en cambio, sienten al unísono la alegría, el dolor o la tristeza, no puedo evitar soñar que a nosotros tal vez nos pase algo parecido. Pienso mucho en ti, cuento los días y los meses que faltan para poder volver a verte, escucharte, besarte, ver lo que has crecido, descubrir qué has aprendido en el colegio, conocer tus nuevas canciones y sumergirme en ese torbellino que siempre has sido. Mientras llega ese día, aquí me tienes, soy tu padre, que espera que en tu ajetreada vida de vendaval me recuerdes y sientas deseos de estar pronto de nuevo con tu familia.


miércoles, 7 de diciembre de 2011

Undertow


A veces el miedo, la adversidad, te está esperando acechando en una esquina, aguardando que tu paso incauto, despreocupado, se tope con él. Uno nunca sabe lo que le espera el día después. Por eso desde que me dedico a lo que me dedico, intento pensar que cada día es especial y actuar en consecuencia, aunque la verdad es que a veces se me olvida. Pero ya se sabe que una cosa son los buenos propósitos y otra es la realidad.

Anoche pensé de nuevo sobre esto cuando llegué a casa, después de pasar un día estupendo con Luigi y Cecilia. No nos vemos con mucha frecuencia, pero de vez en cuando nos acercamos hasta su casa, en un precioso pueblito de casitas blancas con puertas azules, que lamen la espuma del mar de la costa Brava.

Nuestros encuentros, desde que huyeron de Barcelona para intentar esa aventura, se han ido espaciando en el tiempo, pero a pesar de ello, el paso de los años han ido madurando nuestra amistad que cada vez es más intensa. Los momentos que compartimos, siempre son agradables, entrañables, quedando cada vez que nos volvemos con el dulce gusto en la boca, de las ganas de más, deseando que el placer se repita pronto.

Esta visita tenía un invitado inesperado. Ahora el miedo se ha instalado en sus vidas, la cruel incertidumbre de la enfermedad, la incógnita del futuro. Cada paso es importante, pero cada avance es una etapa desconocida, un nuevo reto que superar.

Y aunque la terrible realidad está presente y lo más lógico es el desánimo, Luigi y Cecilia, a veces Cecilia, otras Luigi, sacan lo mejor de sí mismos y se animan mutuamente.
Cuando se conocieron, hace ya muchos años, ambos eran animadores de un hotel. De ahí les ha debido quedar ese poso de optimismo y humor, del que tanto se nutren ahora. La Medicina puede aportar mucho por la salud de las personas, pero el optimismo y las ganas de luchar, estoy convencido que son los ingredientes principales para conducir la nave a buen puerto. Y pronto, cuando menos lo esperemos, se encontrarán de nuevo en el punto de partida, en la línea de salida, como si no hubiese pasado nada. Pero no será así, mirarán atrás y verán la inmensa vuelta que han dado, pero para entonces serán más fuertes y más felices, porque lo habrán superado.

Pensando en ellos vino a mi memoria una canción de Genesis, llamada Undertow. Un tema absolutamente desconocido, sumergido dentro de un disco llamado ...and there were three..., algo así como ...y entonces quedaron tres..., clara referencia a que se trataba del primer álbum en estudio tras la marcha de su líder Peter Gabriel.

Los puristas del rock sinfónico odian ...and there were three... y sobre todo su tema estrella, Follow you, follow me, porque lo consideran el fin del rock sinfónico y el amanecer de un nuevo estilo, menos auténtico de Génesis, el pop-rock. Lo que es cierto es que a partir de aquí, el éxito del grupo creció infinitamente y sus seguidores se multiplicaron por millones en todo el mundo.

Undertow es un tema que me encantaba escuchar en mis momentos más tristes y más bajos de ánimo, porque parecía amoldarse a lo que creía entonces que era, como diría F.Scott Fitzgerald, mi delicada existencia. El tema es desgarrador, pero esperanzador a la vez, pues hace reflexionar sobre lo extraordinario que puede llegar a ser los momentos rutinarios de cada día.

Undertow es poesía pura. Una obra maestra. Luigi, a pesar de no tener vergüenza y reconocer que es un fiel amante de Luis Aguilé, seguro que lo apreciará. Su letra y su música le hará pensar y tal vez Undertow le dé ese pequeño impulso que necesita para que sus ideas y sus reflexiones sobre su delicada existencia, vean la luz en un blog que espero con tanta ansia poder leer pronto. 


Mejor será pararse a pensar un momento
O no pensar nunca más
Si este fuese el último día de tu vida, amigo mío
Dime, ¿Qué crees que harías entonces?

Permanecer de pie y aguantar el golpe que te ha dado el destino
Hacer la mayoría de las cosas que aparezcan o
Echarte en el suelo y dejar que las lágrimas rueden
Llorando a la hierba y a los árboles y entonces el cielo estará a tus pies

Déjame vivir otra vez, deja que la vida me encuentre deseando
La primavera debe volver a vencer al escudo del invierno
Déjame sentir una vez más los brazos del amor rodeándome,
Diciéndome que los peligros han pasado,
Que no necesito temer al frío nunca más



miércoles, 30 de noviembre de 2011

Perdóname


Tal día como hoy, nació a orillas del Misisipi un escritor llamado Samuel Langhorne Clemens, más conocido como Mark Twain, el padre de Tom Sawyer. Un día más tarde, pero 138 años después, lo hizo ella.
El día que la conocí, no hablamos de literatura, ni siquiera mencionamos al genial escritor americano, pero estuvimos mucho, mucho tiempo, hablando de música. Ella me dijo que era una apasionada de Fleetwood Mac, de Cyndi Lauper, y de Tracy Chapman, que cantaba con los auriculares puestos a todas horas, mientras pasaba la aspiradora, para horror de su público incondicional: sus hermanas.
Probablemente lejos de pensar que se podía achacar a una falta de oído musical, resolvimos que con toda seguridad debía ser por una falta de repertorio y la audiencia de su casa, a estas alturas, ya podría estar cansada de escuchar una y otra vez los mismos temas, sumergidos dentro del ruido de la aspiradora.
Así que como una labor evangelizadora, musicalmente hablando, todos estos años he estado aportando nuevos descubrimientos al pequeño saltamontes, a quien ha acabado siendo la persona más importante de mi vida.

Esta noche es una noche mágica. Es una especie de pequeña noche de Reyes, porque en realidad se trata de la víspera del cumpleaños de Lou. Se le nota nerviosa por su regalo, por las sorpresas que le aguardarán al día siguiente. Me la imagino perfectamente de niña, impaciente, alrededor de sus padres con sus ojos verdes bien abiertos, intentando adivinar qué le tienen preparado...

Para ella tengo un pequeño regalo. La canción de hoy es una que me dijo el otro día que había oído por casualidad en la radio. Hoy es un poco diferente, porque todavía no la he escuchado entera. Su autor, un cantante desconocido de Málaga, grabó la canción y la colgó en la red, para que todo el mundo la fuese conociendo. A veces los milagros existen y los sueños se hacen realidad.
Se podría decir que a Lou le he enseñado mucha música. Ella en cambio me ha dado mucho más y en la balanza emocional de nuestras vidas, tengo un superávit inmenso. Pero de vez en cuando, se invierten los papeles y paso a ser el muchacho de la boca abierta que descubre una canción preciosa. 

Mark Twain, aquel señor que nació muchos años y un día antes que Lou, decía: "Para lograr todo el valor de una alegría, has de tener con quien repetirla" y es cierto. Mis alegrías lo han sido, porque nunca me ha faltado ella para compartirlo todo. Pero no es ésta la frase que destacaría del gran Samuel Langhorne Clemens. Prefiero quedarme con esa otra, que podría decir cada día en el Edén de mi existencia: "Para Adán, el paraíso era donde estaba Eva".



Pablo Alboran - Perdóname (con Carminho) por PabloAlboran-Official

miércoles, 23 de noviembre de 2011

When I Fall in Love


La primera vez que escuché esa canción de Nat King Cole, fue en una serie de televisión, en la que el protagonista, un niño de corta edad, iba relatando recuerdos de su niñez con asombrosa memoria, como para recordar tal cantidad de detalles con una precisión tan asombrosa. Esa serie se llamaba Aquellos maravillosos años. En aquel episodio, el niño veía cómo el matrimonio de sus padres se iba a pique. Era mudo testigo de las discusiones, casi sin entender nada, sintiéndose culpable, aislado y sin una referencia clara a la que aferrarse. Al final del capítulo, sus padres se reconcilian y a través de unas imágenes recogidas en una especie de película de súper-8, se oye el genial tema de Nat King Cole: When I Fall in Love.
Con las frases que pude transcribir de aquella canción y con la imagen presente de aquella escena, no paré hasta dar con un disco de Nat King Cole que la incluyese, lo que me llevó varios meses hasta lograrlo. A partir de entonces, Nat King Cole se convirtió en unas de mis referencias y uno de mis cantantes favoritos.

Nat King Cole cuenta la leyenda que era un excelente pianista de jazz, que mientras actuaba fue increpado por un cliente borracho para que cantase y el dueño del local, forzado por la petición de su ebrio pero influyente cliente, obligó al joven Nat que accediese. La canción fue Sweet Lorraine.
Preguntado por la veracidad de esta historia, el propio Nat King Cole confesó muchos años más tarde que no era del todo cierta, pero era tan bonita, que lo mejor sería dejar que continuara y fingir que había sucedido así. En realidad, Cole ya cantaba algunos temas, pero aquel borracho le pidió un tema que Nat no conocía, así que optó por cantar Sweet Lorraine.

When I Fall in Love fue compuesta originalmente para la película One minute to Zero, protagonizada por Robert Mitchum, y fue interpretada por Doris Day. Unos años más tarde, Nat King Cole mostró su personal versión en un programa de televisión, el Show de Jack Benny, que presentó al cantante como "el mejor amigo que puede tener una canción", en la que sería una de las últimas y más legendarias representaciones del artista.

When I Fall in Love fue escogida a propósito para adornar la más extraordinaria sorpresa que jamás había hecho en mi vida. Así comenzaba mi relato, foto a foto, desde mi infancia hasta el día que mi camino se cruzó con el de ella. Sin que lo esperara, en medio del banquete de bodas se apagaron las luces. Se encendió un proyector y empezaron a salir imágenes de ese niño que un día fui hasta ser la persona en la que me había convertido esa noche. Aquel día tan especial no quise que una de mis canciones favoritas se quedase fuera. Además de ser una música preciosa, no es casualidad que su letra diga:

Cuando me enamore será para siempre,
O si no, no me enamoraré nunca.



miércoles, 16 de noviembre de 2011

Bellagio


El guitarrista Russ Freeman debutó en el mundo de la música en 1985, con Nocturnal Playground, acompañado por su grupo The Rippingtons, con idea de experimentar nuevos sonidos dentro del smooth-jazz. Freeman no espera tanto éxito, ya que su idea original era lanzarse a una carrera en solitario, así que no le quedó más alternativa que continuar grabando álbumes y haciendo conciertos con su grupo.

A pesar de que miles de seguidores disfrutaban con su música, según el propio Freeman, recibió numerosas peticiones de que grabase un nuevo disco con sonido Rippington, pero donde tuviese mayor protagonismo el sonido de su guitarra, frente a los otros instrumentos. "Aquí está." escribió Freeman en las líneas interiores. Este trabajo se llamó Drive.

Drive es una delicia de principio a fin. Son diez temas, entre los cuales hay una versión de Grover Washington Jr, de su East River Drive, o una colaboración con el trompetista de Sting, Chris Botti, que le acompaña en el melancólico Soul Dance. Pero de todo el disco, quiero entresacar Bellagio, que es el que cierra como colofón, una obra redonda.
Bellagio hace referencia a un encantador pueblecito a las orillas del lago di Como, y su música encaja perfectamente con el recuerdo que me queda de la visita que hicimos a aquel lugar. Ese conjunto de casas preciosas, asomadas al borde de un no menos bellísimo lago, fue testigo de un viaje inolvidable que hicimos Lou y yo por todo el norte de Italia, en una época en la que todavía no había ni pañales, ni chupetes, ni guarderías, ni colegios.

Siempre que acabo de oir Bellagio, estoy hipnotizado, deseando volver a escucharlo desde el principio. Como con la música, fundida con el recuerdo, me pasa igual con aquel maravilloso viaje a Bellagio, el de verdad, al que añoro poder volver a ver algún día.


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Reign of Love


Robinson Crusoe llegó a aquella isla tras un inesperado naufragio de su barco. Allí permaneció 20 años hasta que un buen día pudo ser rescatado y volver a su país. Como un reloj de arena que comienza a contar, su vida dio una vuelta completa y su cautiverio insular se convirtió en paraíso y su salvación en un cautiverio. El libro cuenta que después de llegar a Inglaterra decidió volver a su querida isla. Esa isla desierta, dotada de casi ningún recurso, justo para vivir, para Robinson era un gran lujo. Bastante más de lo que necesitaba para ser feliz.
 
Hay una canción que me transporta a mi isla, a aquella en la que sopla el viento y se mezcla con la tierra y el mar. Una canción casi desconocida, llamada Reign of Love sumergida en el interior del álbum Viva la Vida de Coldplay. Su escondrijo no es casual. Todas las pistas están mezcladas en una perfecta continuidad, para hacer un conjunto sólido que obligase a escuchar todo el álbum de forma continua. El sonido de todo el disco es único, ya que fue grabado en varias iglesias de Méjico y España, buscando una acústica especial, una atmósfera envolvente. El responsable de esto es el famoso productor Brian Eno, que comenzó su carrera musical con Roxy Music, casi de casualidad, al conocer al saxofonista del grupo mientras esperaba el metro en un andén. Eno decía que si hubiese esperado el metro un poco más allá en el andén, o hubiese perdido el tren, jamás se habría dedicado a la música.
 
Después de Roxy Music, formó parte de Talking Heads con David Byrne. Su habilidad con la mesa de mezclas le conduciría hasta la producción, donde trabajaría con artistas de la talla de David Bowie, mis odiados U2 (un día contaré por qué), Dido o Depeche Mode, entre otros. Ha hecho incursiones en el cine, como cuando compuso el tema Prophecy para la pelicula Dune, de David Lynch, para la película Trainspotting, además de destacar en la música ambiental. Este interés surgió tras un grave accidente de coche, que le mantuvo encamado varios meses. Incapaz de levantarse para subir el volumen de su equipo de música, que era acallado por el ruido de una tormenta, entonces se dio cuenta que la música podía asumir las mismas propiedades que la luz y el color y mezclarse con la atmósfera presente, sin alterar el equilibrio del ambiente que lo rodeaba. Fruto de aquella rica innovación surgió entre otros trabajos, su famosa Music for Airports, compuesta para tranquilizar a los pasajeros que esperan su avión y tienen miedo a volar. Pero el trabajo más original que le encargaron fue componer una sintonía inspiradora, universal, optimista, futurista, sentimental, emocionante, pero con una particularidad: no debía durar más de 3 segundos y cuarto. Sería el sonido del nuevo sistema Windows 95 al comenzar la sesión.
 
Las cosas no son casuales. El subirse aquel día en aquel vagón del metro, o aquel terrible accidente de coche, le llevaron a Brian Eno a tomar un camino y superar las dificultades con éxito. A él le inspiró el sonido de la naturaleza, bramando y golpeando contra el cristal de su ventana. A mí, una producción suya, Reign of Love, me traslada al reino del casi silencio, a mi isla desierta, al último paraíso perdido, pero no por eso no presente en mis pensamientos. Al aire cálido que te besa y al ruido del viento, arrastrando caprichosamente el borde de arena de las dunas de Corralejo, el último día que me acarició la cara, la dulce brisa de Fuerteventura.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Suburbia



Neil Tennant y Chris Lowe se encontraron de casualidad en una tienda de productos electrónicos y congeniaron enseguida. Vieron que compartían mutuo interés por la música dance. De ahí surgió una amistad, que aún perdura y que les llevó a lanzarse a la aventura musical de crear un grupo llamado en sus inicios West End, como el barrio de Londres que tanto les gustaba. En seguida optaron por otro nombre y decidieron rebautizarse como Pet Shop Boys. Esta devoción londinense hizo que le dieran posteriormente ese título a un tema legendario que les catapultaría a la fama: West End Girls.
Luego vendrían otros éxitos como Rent, It's a Sin, Heart la futbolera Go West, o la reversión del clásico de Elvis, Always on my mind, que les convertiría en uno de los grupos más importantes de la historia de la música.

De la primera época, junto con la hipnótica West End Girls, desde la primera vez que escuché Suburbia, imaginé ambas como banda sonora de un relato que algún día escribiría. Una historia que lleva desde entonces dando vueltas en mi cabeza, esperando ser escrita. La historia de un mundo futuro, terriblemente perfecto, llamado, cómo no... Suburbia.

El sol siempre brilla en Suburbia.

Habrá un día en el que los hombres serán felices. Ya no habrá motivos para preocuparse de nada. El Gobierno velará por cada uno de nosotros. Nuestras necesidades sexuales, de vivienda, de alimento, de trabajo, de reproducción, de afecto... Todos los sueños estarán plenamente garantizados. El Gobierno de Suburbia te garantiza lo que nadie hasta ahora había podido cumplir: la felicidad real.
En Suburbia millones de seres viven juntos, en perfecta armonía, formando parte de un gran engranaje donde todo funciona a la perfección, sin fisuras. Cada uno tiene prefijado su función. No hay improvisación. Improvisar es sinónimo de inquietud, nerviosismo por las cosas no resueltas, y por tanto infelicidad. Una vida programada es una vida sin preocupaciones. Es una vida feliz.
No hay que pensar en nada, porque no es necesario, e implica frustración y descontento. El Gobierno ya lo hace, es el encargado de diseñar sabiamente la vida de cada uno, el día a día. Por todos los rincones hay monitores en los que se puede apreciar el astro rey. La noche, no existe. El sol siempre brilla en Suburbia.
Poco después del ocaso, los ciudadanos se toman puntualmente su pastilla de color azul índigo: el Promme. El Promme les proporciona sueños felices, relajantes horas de descanso aseguradas y un despertar placentero, más natural y fisiológico.
Nadie ha visto nunca la noche en Suburbia. Todos amanecen con el nuevo día, contentos de estar en perfecta sincronía con la naturaleza. La naturaleza programada de Suburbia.
El Gobierno te proporciona todos los medios para ser feliz. Al ciudadano le corresponde serlo, porque no tiene excusa para lo contrario. No existen las enfermedades, no hay desempleo. Todos los ciudadanos son iguales, no hay diferencias sociales, por tanto no hay desengaños, no hay decepciones, ni envidias, porque nadie espera nada. No hay delitos, porque nadie ansía tener más que otro. El Gobierno te lo ha dado todo y a todos por igual. De hecho, la felicidad se ha vuelto una cuestión mandatoria. Nadie se lo plantea, o tal vez por miedo a no serlo, todo el mundo cree firmemente que es feliz.

CP450 nació en Suburbia y como todos, no ha conocido otra forma de vida. Cree que Suburbia es tan perfecta, que ha tenido que existir siempre. Cada día se enfrenta a su maravillosa cotidianeidad. Se despierta con los primeros rayos de ese sol que domina todo, sabiéndose afortunado por vivir en una época única en la que la sociedad humana ha avanzado tanto. Cada mañana, casi al unísono, su compañera, LR199, se despierta junto a él. Llevan juntos casi cuatro años. Están próximos a los cinco. A partir de ese momento, les estará asignado tener su único hijo, obtenido in vitro. A los padres se les entrega el recién nacido, obtenido genéticamente, lo que evita partos dolorosos y ofrece la certeza de introducir en casa un ser libre de enfermedades y de trastornos hereditarios.

CP450 trabaja en una división del Gobierno que produce componentes electrónicos. LR199 estudia en la academia de la Agencia, la policía de Suburbia. La vida de ambos es deliciosamente rutinaria. Como todo Suburbia, sencillamente perfecta.

Pero a CP450, desde hace unas semanas le sucede algo inexplicable. Por las mañanas, sin saber por qué, bajo la complicidad de la ducha, nota un nudo en el pecho y sin poder evitarlo, ve cómo bajo el chorro de agua, ruedan lágrimas por su cara. Es algo que no puede contar. Si el Gobierno lo descubre, está perdido. En un mundo donde la felicidad es mandatoria, un infeliz es un peligroso enemigo de esta sociedad perfecta.





miércoles, 26 de octubre de 2011

Hold On


Nunca pensé que tantas canciones que conocía, incluirían el vocablo Hold. Esto se debe, como suele descubrir pronto el que se aventura a aprender inglés, que Hold, como muchas otras palabras, dependiendo de su forma verbal, de los adverbios que lo acompañan, o del contexto, tiene múltiples significados, lo que hace todo un poco más complicado.

Smokey Robinson, compuso en los sesenta un tema que se convertiría en un clásico de la música, infinitamente versionado, llamado You've really gotta a Hold on me, donde la expresión quería decir algo así como: He caído bajo tu hechizo.
La década siguiente, La Electric Light Orchestra, conocida como ELO, paradigma de un sonido ya desaparecido como fue el del rock sinfónico, con Hold on Tight te animaba a que te aferraras a un sueño. Por aquella época, temas cantados por intérpretes como la banda Toto, se hicieron famosos con canciones como Hold the Line (No cuelgues) o Holding Out for a Hero de Bonnie Tyler, que se comprometía a resistir hasta que llegase su héroe.
En los ochenta, los efímeros Thompson Twins (así llamados, en honor a Thomson y Thompson, los hermanos Hernández y Fernández ingleses), decían: cógeme ahora en Hold me Now.
Tracy Chapman, poco después, preguntaba: Baby can I Hold you, Cariño, ¿te puedo abrazar?  Clásico entre los clásicos como versión cantada con walkman al pasar la aspiradora.
Las Wilson Phillips (hijas de los Beach Boys y de Mamas and the Papas), cantaban en su Hold On a un amor para que tuviera paciencia, que se esperase al menos un día más. Eso mismo debió pensar Genesis, cuando le pidió a su corazón que se detuviera, que no corriese, en Hold on my heart, que aunque es para mí muy especial, siempre me pareció la segunda parte de una canción perfecta: In too Deep, de la que hablaré algún día.
Hold me 'til the morning comes fue producto del abrazo artístico del niño prodigio de la canción de los años sesenta, Paul Anka y del líder del grupo Chicago, Peter Cetera. Paul Anka sería el mentor de un cantante, canadiense como él, llamado Michael Bublé, que unos años más tarde, cantaría un tema llamado Hold On, que compondría el propio Bublé con Amy, la hija de David Foster, amigo de Anka y productor de Chicago.
Para mi sorpresa, hold ha sido un vocablo más usado de lo que pensaba. Incluso una banda de Liverpool de escaso éxito, llamada The Beatles, quería cogerte de la mano, cuando recurrió a la palabra hold, en una canción que se llamaba: I wanna Hold your hand.

Muchas veces uno cree saberlo todo, o casi todo y de vez en cuando la realidad te coloca en tu sitio. Como en muchas cosas de la vida, a menudo nos dejamos llevar por los prejuicios y eso fue lo que me sucedió con el tema de hoy, mejor dicho, con su cantante.
Siempre había creído que Michael Bublé era un sucedáneo de Frank Sinatra, un producto de márketing que no había atraído mi atención y no merecía la pena ser escuchado. Pero hace unos días, casi por casualidad, descubrí una canción que me sorprendió. Conocía Home, que la había encontrado una balada deliciosa, pero de Michael Bublé no había oído mucho más. Sabía que versionaba temas clásicos del cancionero americano, pero no me habían despertado el más mínimo interés, porque siempre había preferido quedarme con sus intérpretes originales: Ella Fitzgerald, Louis Armstrong, Bing Crosby, Etta James, Billie Holiday, Nat King Cole, Dean Martin, Frank Sinatra...
Pero como contaba, en una página olvidada de un libro escondido, o sumergida en una fosa abisal, de esos mares cibernéticos en los que uno navega, mientras estás en una de esas guardias de 24 horas que se te hacen interminables, puede que sin darte cuenta, salga a la superficie alguna canción sorprendente. Aquel día miraba mis fotos y no podía apartar la vista de las imágenes de Lou, Tiri, Marta, Guille y Clara y pensaba en las ganas que tenía de estar en casa. ¿Qué trastada estaría haciendo Guille en ese momento? ¿Qué frase repipi diría Marta para asombro de todos? ¿Alguien habría averiguado en mi ausencia el significado de Datum-patum, que repetía Clara a todas horas? ¿Cuántas cosas me pierdo por no estar allí?
- Tranquilo, tranquilo (Hold on, hold on...) - me decía. Cuando menos te lo esperes, estarás de vuelta.
Y esa nostalgia, tantas veces interrumpida con las salidas de la ambulancia, era acompañada por Hold On, de Michael Bublé, que iba sonando poco a poco en mis auriculares, encajando perfectamente en mis pensamientos.
Hold On me recordaba que por muy mal que fuese la guardia, por muy triste que estés, por muy difícil que parezca todo, no se deben de perder de vista las cosas que realmente son importantes. No hay que desesperarse, porque pronto se hará de día y llegaré a casa. Y como el avión que se mantiene atento a que se le dé la autorización de despegue en el punto de espera o holding point, para comenzar la carrera y hacerse al aire, así me sentiré cuando abra la puerta y todos acudan al oir el sonido de las llaves girando en la cerradura. Al verme rodeado por sus rostros felices y sus besos, comprenderé una vez más, que los malos momentos quedan fuera, tras de mí y sabré lo afortunado que soy por tener esta familia.


miércoles, 19 de octubre de 2011

No Matter


Hace diez años tenía 30. Y como yo, mucha gente más. Pero además de cambiar de década, había decidido dar un giro a mi vida. Tengo una compañera que se lió la manta a la cabeza y se ha ido a vivir a Australia, ella solita. A las cinco horas de estar allí, me contó que ya tenía trabajo. Lleva poco tiempo, pero estoy seguro que le irá muy bien. Siempre he creído que a la gente que es emprendedora y valiente, la suerte les acaba sonriendo. Yo no me fui tan lejos, pero el venirme a vivir a Barcelona, fue un pequeño gran cambio en mi vida y como a ella, la suerte también me sonrió a mí. Estos diez años han sido los mejores de mi vida, aunque empezar no es nada fácil. En una gran ciudad desconocida, en un trabajo en el que nadie puede dar una referencia por ti, sin amigos y tan solo acompañado por tu novia, dejas toda tu vida por detrás, para comenzar a escribir un nuevo libro de páginas en blanco.

Pronto, de la mano de Lourdes y nuestros eternos paseos, fui descubriendo Barcelona y un poco de Cataluña y además, conocí a sus amigos. Al igual que te sucede si haces un pequeño esfuerzo mental y eres capaz de recordar el primer amigo que tuviste en la escuela, yo puedo decir que Nacho fue el primer amigo que hice en Barcelona.
Nuestra común pasión por la Aeronáutica (él es piloto y yo controlador frustrado), abrió fácil paso a nuestras primeras conversaciones. A él le debo haber podido pilotar su avión, aunque sólo fuera durante cinco minutos, camino de Palma de Mallorca.
Gracias a él, me quedó claro el concepto de que un día libre, no es un día de fiesta. Y de fiestas entiende bastante. Pocas personas he conocido más divertidas que Nacho, anfitrión perfecto, excelente maestro de ceremonias, además de ser un sibarita y un somelier experto. Esto siempre ha hecho que nuestros encuentros en torno a su pata de jamón en navidades, o una cena en restaurantes, siempre hayan coronado el éxito.
En todo este tiempo hemos compartido bodas, nacimientos, bautizos, gin-tonics y croquetas del polo. No puedo olvidar tampoco sus lecciones magistrales de tenis sobre tierra batida, que me han hecho mejorar tanto mi drive. Esos partidos que jugabas con tanta paciencia con alguien que por su bajo nivel de juego te aburría tanto, pero que siempre hacías con buena cara.

Nacho me ha regalado su amistad y aunque tengamos gustos musicales distintos, ya que él es más de grupos nacionales, también me ha regalado música que no conocía. Canciones que jamás había escuchado y que de forma indeleble se fijan a la persona que te la descubrió.
Nacho, como decía, es de grupitos españoles, como Lou, pero tiene dentro de sus favoritas, o como dice él, como un auténtico himno, una canción de un cantante jamaicano llamado Jack Radics. Precisamente a Jack Radics se le atribuye la creación de un nuevo género musical, amalgama de Soul/Pop y Reggae, que se ha llamado Reggae, Rhythm & Pop.
Este artista se dio a conocer por una reversión del clásico Twist & Shout, cuya interpretación más famosa es sin duda la de los Beatles, aunque contrariamente a lo que mucha gente piensa, no fuese compuesta por ellos.

Pero la canción de Nacho es otra. Se trata de No Matter, tema muy alegre, de letra optimista y música pegadiza. Si se escucha atentamente, se puede apreciar cómo poco a poco van añadiéndose instrumentos, creciendo en intensidad, hasta acabar en una gran fiesta. Llena de gin-tónics y caipirinhas, seguro.

Y como aquella enfermera que se fue a Australia, yo de esta manera, comencé mi nueva andadura en una nueva tierra para mí. Poder contar con Lou y con tantas cosas importantes, como la amistad desinteresada de Nacho, me sirvió para sentirme en seguida a gusto aquí, como en mi casa. Y ya han pasado diez años desde mi llegada, y como contaba, hemos llegado a los 40.
Hace unos días celebrábamos los de Nacho, en una fiesta multitudinaria, llena de amigos que querían compartir con él esos momentos. Y comprobando todo el cariño que sentía tanta gente por él, me sentí muy bien por estar ahí, por ser amigo suyo, pero sin querer, me sentí también culpable.
Por eso quiero escribir estas líneas, que uso a modo de purgatorio.
Con todo lo que me ha dado, tengo una deuda con él, porque no he sido sincero.
Desde el primer día que entramos en una pista de tenis, me he dejado perder.
Nacho, te veía tan contento, creyendo que eras mejor que yo, que fui incapaz de demostrarte todo el tenis que llevaba dentro. Por eso debo confesarte que tiraba todas las bolas a la red o fuera de pista a propósito. Nunca creí que fuese capaz de confesarte esto: No ha habido ni una sola ocasión en que no me haya dejado ganar por ti.
Pero creo que ahora que tienes 40 años, con esa edad te mereces conocer la verdad. Por eso, la próxima ocasión que juguemos a tenis, te prometo que por primera vez en estos diez años, vas a sudar, a correr de un lado a otro por toda la pista, te desesperarás por no poder llegar a mis passing-shots y te prometo, que de una vez por todas, morderás el polvo.



miércoles, 12 de octubre de 2011

I Want to Know What Love Is


Cuando era mucho más joven y la palabra digital sólo se refería a los dedos, únicamente existían dos formatos en los que podías escuchar la música: Los discos de vinilo, que como era obvio, eran originales (nunca conocí a nadie que tuviera una grabadora de vinilo en casa) y las cintas de cassette, que podían ser originales, o no.
Para quien no lo sepa, una cinta es algo imposible de encontrar en una tienda hoy en día. Consistente en un recipiente de plástico, de tamaño un poco más pequeño que un Iphone, tiene dos caras, llamadas A y B, que en su interior aloja una banda magnética muy fina, que es capaz de grabar sonido en ella. Las había de 60 y 90 minutos, normales y de cromo.

Las mías, las consideraba como auténticas joyas. Tenía una colección de ellas, artesanalmente decoradas, según su tema y cuidadosamente grabadas mediante un mezclador, sin interrupción alguna entre canción y canción, como si estuviéramos en una discoteca, de tal manera que los últimos segundos de la última canción con que finalizaba cada cara, coincidía exactamente con el final de cada cinta.

Cada una tenía su nombre correspondiente, como la recopilación de bandas sonoras, llamada Soundtrack, las de New Age, que eran Atmosphère, Amazonia o Ambience, música de los 80, Heathrow, o de temas variados como Z, Discovery, China, The Moon in the Square o Bagdad. Incluso, sólo de cantantes como Phil Collins, Jean-Michel Jarre, The Beatles, Genesis o Enya.
Siempre había un motivo, una persona, una época, o unos sentimientos, que me llevaban a agrupar varias canciones en una sola cinta. Eran pequeñas obras maestras caseras, que constituían cada una, la banda sonora de mi vida.
Una de aquellas cintas, se llamaba Night Music y como su nombre indica, era un conjunto de temas lentos, románticos, que apetecía escuchar con la complicidad de la noche, en algún paraje, bajo la luz de la luna.
Ahí aparece I want to know what love is. Era una de mis favoritas, porque ilustraba en muchos momentos de melancolía, mis anhelos por encontrar a alguien con quien ser feliz de verdad.
No sé cuántas veces, protegido por el transparente anonimato de los cristales de mi coche, de vuelta a casa, arranqué a cantar la letra de la canción de Foreigner, quizás para convencerme de que algún día mi vida podría dejar atrás la canción y el significado de su letra.

Foreigner, fue uno de esos grupos fundados en los años 70, que tuvieron que sufrir como tantas bandas, la difícil adaptación a los 80, donde acabaría encontrando sus mayores éxitos, sobre todo con esta canción, que les aupó al número uno de las listas de todo el mundo.
I want to know what love is, forma parte de un disco llamado Agent Provocateur, concebido como un álbum conceptual, porque cada canción es el capítulo del relato de un espía, que revela su historia, vista desde dentro y desde fuera.

Desde aquellos lejanos y felices años veinte, he creído que la de Foreigner era una interpretación magistral. Pensaba que era una canción perfecta, con ese comienzo intimista, que concluye con un final apoteósico, realzado con un coro de gospel que se va añadiendo progresivamente, casi imperceptiblemente. 

Y finalmente un día supe realmente lo que era el amor, aunque casi hubiese olvidado la canción y lo que me llevó a grabarla en aquella cinta. Y visto desde el día de hoy, aunque me siga chiflando cómo la canta Foreigner, o como dice alguien, Forinyer, o Foreinller, o como sea, esa versión que suena cuando Lou tiene puestos los auriculares, se ha convertido en mi favorita.


miércoles, 5 de octubre de 2011

Rayando el sol


Hoy, como cada miércoles, toca poner una canción y escribir una historia.
Pero esta vez quisiera darle un giro distinto. Aunque nunca he sido un seguidor de Maná, ni cuento con esta canción como favorita como he hecho hasta ahora con todas las demás, creo que tengo un motivo más que justificado para traer este tema hoy aquí.

Esta canción no es mía, sino de otra persona. Alguien a quien se la quiero dedicar, precisamente hoy, porque aunque siempre es la primera, no sé si tendrá fuerzas en estos momentos para perder el tiempo leyendo estas líneas. Esto de dedicar canciones no lo había hecho hasta ahora, pero bien pensado, creo que se lo merece.

La conocí hace casi once años en Madrid y desde entonces, por un motivo o por otro, no he podido separarme de ella.
Creo que nos queremos mucho, yo al menos a ella bastante. Y tengo muchas pruebas que lo demuestran, no sólo las palabras que aquí escribo.
Maná en sus orígenes se llamaban Sombrero verde, luego se rebautizaron, adquiriendo su nuevo nombre, casi místico. Según dicen, Maná, aparte del alimento divino que cayó del cielo, es un término de la Polinesia, que quiere decir: energía positiva. Esa energía que tiene a borbotones, esa alegría contagiosa y su risa que nos enamora a todos.
Es tan noble, que cuando piensa que algún comentario suyo te ha podido molestar, siempre, como muletilla, te mira con los ojos entreabiertos y te dice: Es broma..., aunque tú sabes perfectamente que no lo es.

Ella es la digna heredera de una tradición familiar de bomberos, apagando todo fuego familiar que se produzca, o de la herencia musical de los Gómez, expertos templadores de gaitas como no he conocido nunca.
Siempre he dicho que las Naciones Unidas perdieron una gran diplomática el día que decidió matricularse en la Universidad y dedicarse a otros menesteres que no fuesen la mediación internacional.

Me encanta como es, porque siempre tiene una sonrisa y está dispuesta a ayudarte cuando lo necesitas, aunque ahora haya descubierto un engendro terrible llamado Whatsapp que emplea a base de bombardeo estratégico y secuestre a Lou por las noches.
No me vuelve loco Maná, aunque reconozco que son buenos. Incluso podría decir que no me acaban de convencer. Pero, ¿qué más da?
Le gusta a ella y eso me basta. Por eso aquí tienes tu canción.
Un beso, Marta, te queremos mucho.


miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jump (For My Love)



1984 fue un año mágico. Fue el año que inspiró la famosa novela de George Orwell sobre un mundo futuro, totalitario, con una figura omnipresente que controlaba el destino de todos los habitantes. Un gran hermano que todo lo observaba. A nadie se le escapa lo que ha llegado a influir dicha novela desde que fue publicada. El comienzo de aquel año, llegó a inspirar una campaña comercial de Apple, cuando introdujo el Macintosh, que según dicen los entendidos, ha sido su mejor campaña publicitaria. Su eslogan era: El 24 de enero de 1984 Apple lanzará el Macintosh y entonces comprobarás por qué 1984 no será como "1984".

Pero 1984, además de ser una inevitable cita literaria, fue un año lleno de exitos musicales como Like a Virgin de Madonna, Jump de Van Halen, Born in the USA de Bruce Springsteen, Private Dancer de Tina Turner, o I Want to Break Free de Queen.
Para mí, 1984 fue uno de los años más especiales. Tal vez fuese por tener trece años, por comenzar la edad del pavo o por haber tenido la oportunidad de ir un verano a Inglaterra.
Viví la época del auge de grupos como Dire Straits, Wham!, Spandau Ballet, Tears for Fears, mientras en España, ese mismo año, me sorprendía una película de terror, que en realidad era el videoclip de una canción de un grupo llamado La Unión.
Tras aquellas cuatro semanas en un pueblecito a las afueras, llamado Ware, volví a casa, justo el día de la inauguración de los juegos olímpicos de Los Ángeles. Llegué con las maletas cargadas de juegos para el Spectrum y los discos con canciones que compró mi primo, que nos marcarían para siempre. Cherish era la canción con la que pasear con ella por la playa, mojando tus pies en la orilla, una noche de verano, Fresh, con la que bailarías en la discoteca, igual que Caribbean Queen, y Careless Whispers una buena candidata a ser nuestra canción, o incluso a ser la banda sonora de un primer beso.

Son muchas las canciones de 1984 y bien se merece cada una de ellas un capítulo aparte, como Let's heart it for the boy, que todavía oirla me recuerda a mis batallas interiores, luchando ferozmente contra la timidez, intentando establecer la frontera entre hacer el ridículo, el riesgo por el fracaso o la remota posibilidad de lograr el éxito con la primera Marta que se cruzó en mi vida. Pero no seguiré por este camino, pues acabaré siendo tildado, como dicen en Barcelona, como un auténtico paga-fantas, que muy bien no sé lo que es, pero como promoción personal no debe ser muy bueno, así que la canción de hoy, es otra. Se trata de Jump (For my love),  de un grupo formado por tres hermanas, cuyo nombre musical era The Pointer Sisters.

Originalmente  llamada simplemente como Jump, la canción tuvo que modificar su título, para no ser confundida con el Jump de Van Halen, del mismo año.  Suena mucho a ochenta, lo sé, pero todavía me encanta escucharla y me sigue transmitiendo fuerza, como el primer día. Su música in crescendo, para mí la hace ser ideal para animarme, concentrarme o ponerme en situación. Si hubiese sido saltador de altura, de longitud o de vallas, la habría escuchado antes de competir y con esa motivación, seguro que no habría tenido rival. Su vídeo musical, jalonado de atletas haciendo cada una de las disciplinas de salto, fue lanzado poco antes del comienzo de los juegos olímpicos de Los Ángeles, justo cuando volvíamos a casa.
Por eso, todas las otras canciones que he mencionado, lo son, pero quizás Jump (For my love), sea un poco más 1984 que las otras.

George Orwell jamás pudo imaginar, que lejos de aquel mundo totalitario e impersonal que había concebido en su mente, 1984 iba a ser en realidad, un maravilloso año irrepetible.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

Broken Wings


Broken Wings fue una novela poética escrita por Khalil Gibran en 1912, escritor de origen libanés, afincado en Estados Unidos. En este relato se cuenta el amor trágico e imposible, entre dos jóvenes libaneses. Ella, Selma, es obligada a casarse con el sobrino de un importante religioso. El protagonista, probablemente el propio Gibran, se enamora de ella y se convierten en amantes, hasta que son descubiertos y Selma es obligada a permanecer encerrada en su casa para siempre.
Casi 75 años más tarde de la publicación de Broken Wings, un grupo musical llamado Mr. Mister, irrumpió en las listas con una canción que compartía título con el libro de Gibran. Esta coincidencia no sería casual, ya que el letrista John Lang, se inspiró para la canción Broken Wings, en el libro del autor libanés. En una de sus líneas, se escucha "Take these broken wings and learn to fly again", que además es un homenaje a Blackbird, de The Beatles. Por cierto, Lennon y McCartney al componer Blackbird, se inspirarían también en el libro Broken Wings de Gibran.

En el vídeo musical que rodaron para promocionar la canción, se puede ver al vocalista de Mr. Mister conducir un coche por el desierto, mientras va cantando Broken Wings. Y es una coincidencia esta escena, porque antes de haberla visto, esta canción ya me recordaba a aquel jovencito soñador de amores imposibles, conduciendo su maravilloso escarabajo, en aquellas interminables noches de verano, con las ventanas bajadas, empapándose de la brisa húmeda del Atlántico.
El aire del paseo marítimo que conducía hasta la playa de Las Teresitas, besaba su cara. Le acompañaba el reflejo de la luna sobre el mar y las luces de la ciudad, que poco a poco iban quedando a lo lejos, tras sus espaldas.

Ya hace años que vivo al lado de otro mar, menos mar que el mar que siempre contemplaron mis ojos, más verde y menos azul que el mío, aunque es un mar que por su historia me infunde respeto, como el que visita un museo de Historia; el Mediterráneo.
Y aquí estoy feliz en Barcelona, con mi familia y con poder compartir la música, mis recuerdos y las cosas que escribo. Pienso como Khalil Gibran, cuando decía: "la mitad de lo que digo no tiene ningún significado, pero lo cuento por si la otra mitad te emociona."
Desde aquí, aunque me acuerdo de los que he dejado allí, pocas cosas echo de menos de mi tierra. Pero cuando oigo canciones como ésta, a veces sueño con estar conduciendo mi escarabajo del 70 de nuevo, encender el equipo de música y escuchar cómo retumban en mis oídos los compases de Broken Wings.

 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Can't Help Falling in Love


La verdad es que he tenido suerte.
Tuve la suerte de tener una infancia muy feliz. Unos primeros años de mi vida, en los que recibí mucho cariño, en un hogar lleno de paz, que haría formar mi persona hasta ser en buena parte como soy el día de hoy.
De muy pequeño no es que fuese un niño extrovertido, eso se lo dejé a mi hermana María, alegre, divertida y espontánea. Siempre fui más bien, un niño sensible y reflexivo.
Me gustaba escuchar, leer y sobre todo, oir música.
Tuve la suerte de tener a alguien que de bebé me cantaba canciones de cuna, como el "Quién teme al Lobo Feroz", o "Pulgarcito cuando duerme, al gigante siempre ve..." aunque por mi sensibilidad y no por su oído, me arrancaba lágrimas de emoción.

Cuando crecí un poco más, ella me dejó poder disfrutar de uno de sus más preciadas posesiones: Aquel estuche azul, repleto de discos ingleses, que era en realidad una colección de pequeñas joyas musicales. 
Esos singles de vinilo los extraía de su estuche y los hacía girar en el radio-cassette-tocadiscos Hitachi, a 45 revoluciones por minuto. No era música para niños, al menos no para un niño tan pequeño, pero ahora la imagino tan impaciente por compartir su música conmigo, a cantar sus letras, que no podía esperar a que me hiciese grande.

Luego fueron viniendo los discos del momento. Llegaba a casa emocionada del Instituto, con su nuevo LP enfundado en plástico, como una niña con un regalo. En aquellas tardes, a mediodía, antes de que yo volviese de nuevo al colegio, veía como lo extraía de su envoltorio y le ponía la aguja en el surco. Yo observaba hipnotizado cómo comenzaba a dar vueltas, a ver si era capaz de leer la etiqueta mientras giraba.
A mí me encantaba permanecer a su lado. Creo que a ella también, que yo estuviese allí.
El surco se transformaba pronto en sonido y así disfrutábamos juntos de la magia.
De esta manera, llegó a casa gente como ABBA, Demis Roussos, Boney M, Julio Iglesias o incluso Jean-Michel Jarre.

Intento hacer el esfuerzo, pero no puedo escoger una única canción que me recuerde a ella, porque fueron muchas las que sonaron en el salón de mi casa. Pero lo que es seguro, es que aunque existen muchas versiones de Can't Help Falling in Love, la de Elvis Presley le pertenece a ella por completo. Me transporta rápidamente  a mi infancia y vuelvo a verme sentado en la alfombra del salón, sobre las piernas cruzadas, acercando mi oído a los altavoces de madera de aquel equipo de música.

Con el paso del tiempo, es curioso que ahora sea yo el que le descubra a ella nueva música, nuevos intérpretes, nuevas canciones. Me he hecho mayor y ahora le he tomado el relevo. Pero ella continúa teniendo ese espíritu curioso de cuando yo era niño y no me cuesta esfuerzo imaginarla abriendo su ordenador, a ver qué nueva canción ha puesto su hijo, con ese mismo nerviosismo que tenía al traer un nuevo disco a casa.

Y ahora sé que fui un niño con mucha suerte. Pero no sólo por haber podido descubrir toda aquella música. No, no, he tenido mucha suerte, por tener esta madre que tengo.


 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Everytime


Un día estaba en una tienda de ropa, esperando, como siempre hemos hecho los hijos, los maridos y los novios y de repente, salió el sonido del techo y la oí por primera vez. Guardé un fragmento en el móvil, deseando poder conseguirla cuando volviese a casa, una vez acabase el verano y fue de las primeras cosas que hice.

Mi segunda vez fue esperando en el aeropuerto a que llegase el avión de los que aún no habían vuelto. Sonó de nuevo en mis oídos y sin poder evitarlo, vi cómo mis pies empezaron a moverse.
Algo parecido debió haberle ocurrido a los guionistas del anuncio de Afri-Cola, cuando se inspiraron para lanzar la campaña comercial de esta bebida.
Afri-Cola es una marca de refresco alemana, creada en 1931, poco o nada conocida fuera de su país. Aunque acaba de cumplir los 80 años, ha estado a punto de desaparecer en varias ocasiones y por eso ha habido varias campañas para relanzar el producto. La de 1968, fue obra del publicista Charles Wilp, amigo de Warhol o esta última, encargada a un grupo llamado The Flames, que compusieron ex-profeso esta canción, para intencionadamente darle un cierto tono retro.
Por eso Everytime no puede ser encontrada en ningún álbum, porque forma parte de ese reducido número de canciones que fueron concebidas para un anuncio y que acabaron saliendo de la pantalla, para entrar en las listas de éxitos musicales, como First Time de Robin Beck, Driven By You de Brian May,  el Chihuahua del metro, o Summercat, de Billy the Vision and the Dancers, más conocida por ser la canción de Estrella Damm en Formentera.

Y como no hay dos sin tres, la tercera vez que escuché Everytime fue para bailar con una mujer.
De fondo sonaban los primeros compases de Everytime y no me pude resistir. La agarré bien fuerte y empezamos a movernos, dando vueltas juntos.
Y casi susurrando a su oído, le iba cantando su bonita letra:

Cada vez que estoy contigo
Sólo quiero besarte
Y cada vez que te veo
Mi corazón se vuelve loco

Ella se sentía muy feliz y yo mucho más que ella.
Ella reía y me acariciaba la cara.
Y desde ese día nuestra relación ha cambiado por eso debo recordarle de aquí en adelante, para que no lo pueda olvidar nunca, que Everytime fue nuestro primer baile.
Y cuando llegue el día en que alguien le diga:
- Clara, ¿quieres bailar conmigo?, que sepa que yo me adelanté mucho antes, porque el primero de todos, fue con su padre.

 

miércoles, 31 de agosto de 2011

Midnight Boulevard



Mañana, cuando se puedan leer estas líneas, estaré de viaje, en mi coche de vuelta a casa. Serán más de 1000 km de conducción al volante, casi doce horas en la carretera, pero para mí un trayecto largo, no es ni este Málaga-Barcelona, ni aquella vez que fui a Sidney y estuve 23 horas en un avión. Cuando pienso en un viaje largo, pienso en aquel tren rápido, que me llevaba del aeropuerto de Gatwick a Londres. En aquel vagón, aislado del exterior, iba escuchando mi walkman Sony, con una de mis cintas favoritas, a la que llamé Atmosphère. Una de tantas, que habíamos mezclado artesanalmente mi amigo Yofri y yo, con distintos discos prestados de New Age. Era música que me relajaba y me hacía pensar. 
No dejaba de mirar por la ventana, contemplando el paisaje oscuro de una noche de diciembre. Poco a poco la noche se iba aclarando y con los primeros rayos, fue apareciendo el sol, mientras sonaban las notas de Midnight Boulevard. Aquel viaje tan largo, tan intenso e interminable para mí, en cambio para los que estaban a mi alrededor, tan sólo duró 45 minutos.

Midnight Boulevard es un tema que compusieron e interpretaron, Curtis McLaw y Chris Williams, dos músicos amantes del New Age. Fieles seguidores de la música electrónica que se hacía en Alemania, se impregnaron de la influencia de grupos legendarios como Kraftwerk o Tangerine Dream, que tanto tuvieron que ver en la aparición de un género para entonces nuevo, como era el New Age.
Como el género mismo del New Age, Dancing Fantasy y tantos otros grupos, son prácticamente desconocidos, a pesar de que siguen editando discos en la actualidad. En ninguno de ellos, aunque son deliciosamente relajantes, he encontrado nada parecido a Midnight Boulevard, que siempre ha sido especial. Debo reconocer que tal vez no por el tema en sí, sino porque me lleva una y otra vez a aquel vagón camino a Londres.

Mientras oía la música in crescendo, en perfecta y casual sintonía con el sol que se iba mostrando por el horizonte, como un metrónomo que acompañaba mis pensamientos, iban pasando rítmicamente los postes de la vía del tren.
Yo no era yo, todavía era otro. Aunque hacía tres años que mis padres ya no estaban juntos, todavía quedaba algo que me vinculaba a mi vida anterior: mi casa.
Eran las navidades de 1991, casi fin de año. Justo antes de irme, mi casa, ya era de otros.
La última noche que dormí en ella, fue antes de ir a pasar el fin de año a Londres con mi hermana, mi novia y unos amigos. Mi hermana María estaba junto a mí, dormida en el asiento del vagón, los demás me esperaban allí.

Durante aquel trayecto pensaba en mi nueva vida y en la anterior que terminaba. Los distintos caminos que uno elige, o que los demás te fuerzan a tomar. Sabía que cuando volviera, mi mundo habría cambiado por completo. Todo sería distinto, pero en ningún caso como a mí me gustaría que fuese.
El amanecer en el tren, era un nuevo amanecer en mi vida. Escuchaba la música y me sentía solo y así estaría de aquí en adelante. ¿Quién podría entender que no quería que cambiase nada?
Mis pensamientos, mis miedos y mis tristezas los hice míos y celosamente me los guardé.
Llegó el sol, llegó el día y aquel tren llegó a su destino.
Y ese viaje fue el más largo de mi vida. Ya nada volvería a ser igual.



miércoles, 24 de agosto de 2011

Hay un amigo en mí



Hace unos años, muchos ya, quizá, fui a un pequeño concierto de uno de mis cantantes favoritos: Era Paul Carrack.
Cuando acabó la actuación nos quedamos rondando el escenario y con toda seguridad, por el hecho de ir acompañado de unas amigas guapas, acabamos todos yendo a cenar con el mismísimo Paul Carrack y su banda. Recuerdo estar hablando con uno de sus músicos, un bajista llamado Steve, que nos confesó que su sueño era poder tocar algún día con los Gipsy Kings. No lo entendí. ¿Acaso no es un sueño el poder tocar con Paul Carrack? Eso me hizo pensar que el ser humano nunca está contento con lo que tiene, aunque sea mucho.

El año pasado, más o menos por estos días, cuando se nos acababan las vacaciones de verano, me llevé a Tiri, a Marta y a Guille a ver el estreno de entonces: Toy Story 3.
Pixar tiene la maravillosa capacidad de entretener a los grandes y a los pequeños con sus películas y la verdad es que en esa ocasión no volvió a defraudar. Todos nos lo pasamos muy bien, con aquellas gafas 3D, que pronto Guille acabó tirando a un lado, poco amigo de colocarse cosas en los ojos.
Cuando llegaron los títulos de crédito, sonó la música y los tres se pusieron a bailar, mientras se podía oir el delicioso tema de You've got a friend in me, compuesto por el poco conocido Randy Newman, que una amiga me descubrió hace tiempo. Pero en esta ocasión, era una versión distinta, interpretada por el grupo favorito de aquel Steve, que conocí una noche de primavera en Tenerife: The Gipsy Kings.

Y desde aquel día Hay un amigo en mí, a ritmo de rumba, es una especie de himno para mi hijo Guille, que le hace saltar y bailar.
Mientras escribo esto, Guille duerme plácidamente la siesta en la cama de su abuelo. Verlo dormir te transmite una sensación de paz, como pocas más son capaces de hacer. La única pega es que para poder ver a Guille, hay que hacerlo a través de la ventana (con rejas, por supuesto), ya que sin que nos diésemos cuenta, mientras comíamos, pasó el cerrojo y no se puede abrir la puerta desde fuera.
Así que aquí estoy, escribiendo, haciendo tiempo hasta que el señor se despierte de su siesta, planeando la estrategia que he de seguir para a través de la ventana, darle tranquilidad y orientarle para que él solito abra el cerrojo.
Mientras, continúo haciendo guardia aquí fuera, junto a la puerta y en cuanto salga, lo sentaré en mis rodillas y tras decirle muy serio que eso no lo haga más, le perdonaré y le pondré esta canción, de ese grupo que tanto le gustaba al bajista de Paul Carrack. Y de nuevo, ver su sonrisa, me hará sentirme orgulloso de ser su padre.