miércoles, 27 de abril de 2011

Through the Barricades



Eran dos hermanos y varios compañeros de colegio, que decidieron crear un conjunto musical. Aunque en sus orígenes se llamaron The Makers, tras una visita a Berlín, adoptaron el nombre de un barrio de la ciudad alemana, que además albergaba la famosa prisión donde entonces todavía permanecía encerrado Rudolf Hess. Había nacido Spandau Ballet.

Los hermanos Gary y Martin Kemp y sus amigos, alcanzaron el éxito con la canción True, que continúa hasta el día de hoy. Se dice que este tema ha sido reproducido en las emisoras de USA, más de cuatro millones de veces.
Gary Kemp abandonó el grupo para dedicarse a la interpretación. Así, entre otros papeles, apareció en la película The Bodyguard. La etiqueta de ex-Spandau Ballet es algo de lo que nunca ha podido desprenderse. Cuenta el propio Gary, que durante el rodaje de la película, Kevin Costner le confesó que True era la canción favorita de él y de su mujer Cindy. Poco después se divorciarían. Gary Kemp llegó a decir: Me siento culpable. Espero que la canción no haya tenido nada que ver...

Se podría contar mucho sobre True, pero no es esta canción la que quiero traer aquí hoy. La influencia de True es tan grande, que ha eclipsado por completo a Through the Barricades, que casi ha quedado como repertorio de las canciones de karaoke.
Through the Barricades se inspira en la muerte de un montador de la gira de la banda, en uno de los tumultos originados en Irlanda del Norte. La canción ensalza el amor por encima de todo, que es capaz de vencer todas las dificultades, pudiendo saltar cualquier barrera.

Eran dos primos, que siempre iban juntos. Casi como hermanos. Y como ocurre en todas las familias, el mayor es ejemplo y admiración para el pequeño.
Ya no sé qué queda de aquellos niños, que acaban de superar los cuarenta. De hecho, el mayor mañana cumplirá 42. Pero el escuchar canciones de aquella época me permiten revivir aquellos momentos, no diría que tanto, pero casi, como si fuesen hoy. 
Él era el que jugaba bien al fútbol, en cambio yo sólo podía darle patadas en las espinillas para intentar arrebatarle el balón infructuosamente, aunque alguna vez lo conseguía. Cuando pasábamos el rato con el baloncesto, era prácticamente imposible robarle la bola y mucho menos ponerle un tapón, pues lanzaba desde muy lejos, casi siempre con acierto. Pero a pesar de eso, seguro que si hago memoria, sería capaz de recordar alguna partida que acabé ganándole. Con otros deportes como el tenis, siempre estaba bien colocado, bien peinado y casi sin moverse, cortaba cada uno de mis pases. Pero alguno, por fuerza e insistencia, acababa pudiendo alojarlo en su lado de la pista.
Pero con lo que no tenía rival, era sin duda con el arte de la seducción, donde mi papel no podía ser otro, mas que el del privilegiado espectador de primera fila, tomando apuntes para cuando la vida me otorgase la oportunidad de iniciar mis escarceos. En aquellas veladas de verano, tan solo me tocaba ser testigo. Ver cómo ellas se iban derritiendo ante los acordes, entre otras, de Through the Barricades, que salían del interior de su más fiel aliada, su guitarra.

Nunca se atrevió a cantar la letra de la canción. No se la escuché pronunciar jamás. Nadie lo sabe, pero secretamente la he estado ensayando durante años, cantándola cada vez que sonaba en la radio del coche, esperando que llegara ese momento musical y sorprenderle a él y a su audiencia (sobre todo a su audiencia), con una interpretación magistral que eclipsara por fin, de una vez por todas, el sonido de las cuerdas de su guitarra.


miércoles, 20 de abril de 2011

Unanswered Prayers



¿Cuántas cosas parecieron importantes en un momento y la vida las ha colocado en el olvido más insignificante? Todo aquello tan trascendente que nos mantiene tan intranquilos ahora, ¿lo seguirá siendo en el futuro?
Garth Brooks, una noche fue a ver un partido de fútbol americano con su mujer. Allí se encontró con un antiguo amor de la época del instituto. Tras las presentaciones y un rato de conversación, no pudo evitar recordar a aquella chica y lo que sufrió cuando le abandonó. Hizo todo lo que pudo por recuperarla. Hasta rezar, aunque sus oraciones fueron inútiles. Pidió con fuerzas que volviese. No entendía  por qué sus plegarias no eran atendidas. No tenía duda de que aquélla era la mujer de su vida.
Ahora las cosas parecían de otra manera. En ningún caso cambiaría su vida actual y su mujer, por volver al pasado con esa desconocida. Mirando hacia atrás, por fin cerraba el círculo. Finalmente comprendía por qué sus rezos no habían sido escuchados.

Este episodio real le dio a Garth Brooks la inspiración para una de sus canciones más famosas, que nunca falta en ninguno de sus conciertos y de la que además, basándose en su argumento, se ha hecho una película para la TV.
El propio Brooks llegó a decir con respecto a este tema: "Cada vez que canto esta canción, aprendo la misma lección: La Felicidad no es conseguir lo que quieres. Es querer lo que has conseguido".

Su historia no es la mía. Jamás he ido a un partido de fútbol americano, ni me he encontrado una antigua novia en el descanso. Pero sí es cierto que haciendo balance de mi vida, comparto con él esa reflexión acerca del nuevo valor de las cosas y de los sentimientos, a medida que pasa el tiempo. Quizás eso se llama madurez.

Descubrí Unanswered Prayers por medio de Lou, que ama la música Country, como tantas otras cosas, casi sin darse cuenta. A veces pienso que si fuésemos americanos, no me costaría imaginarla con el sombrero vaquero, y la camisa a cuadros, cantando en un concierto de Garth Brooks. Ella, sin lugar a dudas, bien podría ser la protagonista de esta historia. Lou es la mejor compañera de viaje que jamás soñé que podría tener y la persona que inevitablemente viene a mi mente, cuando escucho Unanswered Prayers.



miércoles, 13 de abril de 2011

Let There Be Light


Ayer hizo 50 años que el hombre llegó al espacio. Fue un vuelo muy corto, pero esos minutos en los que Yuri Gagarin pudo observar nuestro planeta desde donde nunca nadie había llegado, cambiaron la humanidad para siempre. Se convirtió en el primer astronauta de la Historia. Por fin habíamos podido separarnos de la influencia de la gravedad de nuestro mundo, que nos mantenía anclados a ella, desde el origen mismo de nuestra propia existencia.

Diez años más tarde de la hazaña de Yuri Gagarin, un joven músico de 17 años, amante del cine de ciencia ficción (cuya película favorita era 2001: Una odisea del espacio, adaptación de Kubrick de un relato de Arthur C. Clarke), componía una obra musical legendaria. A partir de ahí comenzó una peregrinación de dos años por distintos estudios de grabación, con una maqueta musical en sus manos, que nadie confiaba en que pudiese tener interés, ni éxito comercial alguno.
Ese perfecto desconocido era Mike Oldfield. Tras tanto esfuerzo infructuoso, cuando estaba a punto de abandonarlo todo, encontró a alguien que confió en él. Se trataba de Richard Branson, co-propietario de un pequeño estudio, que se atrevió a producir aquella pequeña locura.

Mike Oldfield comenzó a grabar lo que sería su ópera prima, una obra maestra llamada Tubular Bells, llegando a tocar 20 instrumentos diferentes, que fueron registrados unos sobre otros. Richard Branson al no poder conseguir ninguna discográfica que publicase el disco, decide lanzarse a la aventura y crear una firma propia, la Virgin Records.
El disco fue un éxito inmenso de ventas, llegándose a vender 16 millones de copias.
Años más tarde, Branson y Oldfield tomarían caminos distintos. Con el paso del tiempo, Richard Branson acabaría desprendiéndose de sus negocios discográficos: estudios, tiendas... para centrarse entre muchos otros, en la industria aeronáutica. Virgin Atlantic es a día de hoy, una gran línea aérea con varias aerolíneas subsidiarias.
En la actualidad, además, Richard Branson ofrece vuelos espaciales suborbitales en su nueva nave espacial, de su flamante compañía Virgin Galactic, a cualquiera que pague el billete y se atreva a emular a Yuri Gagarin.

Mike Oldfield, a pesar del tiempo transcurrido, no olvidaba al autor que tanto le llegó a impresionar en la época en la que compuso Tubular Bells. Por eso decidió crear un disco que ambientaría musicalmente el nuevo relato del escritor Arthur C. Clarke, llamado Songs of Distant Earth.
Comienza la obra con las palabras de Frank Borman, comandante del Apollo 8, leyendo un pasaje del Génesis, la víspera de navidad, mientras observaban por vez primera, la cara oculta de la luna. De aquel viaje es conocido la fotografía del famoso amanecer de la Tierra desde nuestro satélite.
Songs of Distant Earth continúa la música de forma ininterrumpida con Let There Be Light, sintonía de tantas y tantas horas pasadas frente a mis apuntes de la carrera de Medicina.

Acompañando el devenir de tanto folio, de tanta línea subrayada con mis colores, escuchaba la voz del astronauta y la música de Mike Oldfield, e imaginaba el vasto e inmenso vacío del espacio, los vertiginosos amaneceres y atardeceres de nuestro planeta, vistos desde una órbita cercana y me preguntaba qué hacía yo con mis codos sobre aquellos apuntes, cuando en realidad lo que quería era ser astronauta como Yuri Gagarin.

miércoles, 6 de abril de 2011

The Only Living Boy in New York



Simon y Garfunkel estaban en Nueva York, grabando el que sería su último disco de estudio. Se trataba de Bridge Over Troubled Waters, que tomaba el título de la canción que abría el disco. Ese tema legendario, hoy es considerado como una de las mejores composiciones de todos los tiempos.
De esa gran obra maestra surgen otros títulos imprescindibles, como la versión en inglés de El Condor Pasa, la divertida Cecilia o el famosísimo canto melancólico al perdedor, The Boxer. No hay ligue de verano que no se haya intentado conquistar con las notas de The Boxer, ni boy-scout que se precie, que no la haya canturreado en torno al fuego de campamento.

De ese álbum, entresaco otro tema, menos conocido, como es The Only Living Boy in New York. Fue la cara-b del single de Cecilia, compuesta como todas las del álbum, por Paul Simon. En ella hace referencia a su compañero Garfunkel, que se marchó apresuradamente a Méjico para rodar la película Catch-22. Garfunkel es Tom, el que se menciona en la canción, que marcha a Méjico, dejando a su amigo solo en Nueva York. Clara referencia a sus comienzos como cantantes, cuando Simon y Garfunkel se hacían llamar Tom y Jerry.
Acompañando el sonido de la guitarra, tienen protagonismo los coros, que son hechos por los propios Simon y Garfunkel, que fueron grabados unos sobre otros hasta ocho veces, confiriéndole esa atmósfera especial.
No es el mejor tema de un disco plagado de obras maestras, pero para mí tiene un valor especial, porque al escucharlo siempre me transporta a la primera y única vez, que he estado en Nueva York.

Con permiso de Paul Simon, ese único chico en Nueva York soy yo. O para ser más precisos, éramos Lou y yo.
La ciudad de Nueva York, con su exagerada grandiosidad y su intensa luz, era el escenario de una película donde éramos los protagonistas. Ella fue el testigo de nuestro viaje. El resto del mundo no importaba, aparte de nosotros. Estábamos solos en Nueva York.
No teníamos nada más que hacer. Únicamente sonreir y disfrutar del comienzo de una nueva etapa en nuestras vidas, que empezábamos juntos.