miércoles, 28 de septiembre de 2011

Jump (For My Love)



1984 fue un año mágico. Fue el año que inspiró la famosa novela de George Orwell sobre un mundo futuro, totalitario, con una figura omnipresente que controlaba el destino de todos los habitantes. Un gran hermano que todo lo observaba. A nadie se le escapa lo que ha llegado a influir dicha novela desde que fue publicada. El comienzo de aquel año, llegó a inspirar una campaña comercial de Apple, cuando introdujo el Macintosh, que según dicen los entendidos, ha sido su mejor campaña publicitaria. Su eslogan era: El 24 de enero de 1984 Apple lanzará el Macintosh y entonces comprobarás por qué 1984 no será como "1984".

Pero 1984, además de ser una inevitable cita literaria, fue un año lleno de exitos musicales como Like a Virgin de Madonna, Jump de Van Halen, Born in the USA de Bruce Springsteen, Private Dancer de Tina Turner, o I Want to Break Free de Queen.
Para mí, 1984 fue uno de los años más especiales. Tal vez fuese por tener trece años, por comenzar la edad del pavo o por haber tenido la oportunidad de ir un verano a Inglaterra.
Viví la época del auge de grupos como Dire Straits, Wham!, Spandau Ballet, Tears for Fears, mientras en España, ese mismo año, me sorprendía una película de terror, que en realidad era el videoclip de una canción de un grupo llamado La Unión.
Tras aquellas cuatro semanas en un pueblecito a las afueras, llamado Ware, volví a casa, justo el día de la inauguración de los juegos olímpicos de Los Ángeles. Llegué con las maletas cargadas de juegos para el Spectrum y los discos con canciones que compró mi primo, que nos marcarían para siempre. Cherish era la canción con la que pasear con ella por la playa, mojando tus pies en la orilla, una noche de verano, Fresh, con la que bailarías en la discoteca, igual que Caribbean Queen, y Careless Whispers una buena candidata a ser nuestra canción, o incluso a ser la banda sonora de un primer beso.

Son muchas las canciones de 1984 y bien se merece cada una de ellas un capítulo aparte, como Let's heart it for the boy, que todavía oirla me recuerda a mis batallas interiores, luchando ferozmente contra la timidez, intentando establecer la frontera entre hacer el ridículo, el riesgo por el fracaso o la remota posibilidad de lograr el éxito con la primera Marta que se cruzó en mi vida. Pero no seguiré por este camino, pues acabaré siendo tildado, como dicen en Barcelona, como un auténtico paga-fantas, que muy bien no sé lo que es, pero como promoción personal no debe ser muy bueno, así que la canción de hoy, es otra. Se trata de Jump (For my love),  de un grupo formado por tres hermanas, cuyo nombre musical era The Pointer Sisters.

Originalmente  llamada simplemente como Jump, la canción tuvo que modificar su título, para no ser confundida con el Jump de Van Halen, del mismo año.  Suena mucho a ochenta, lo sé, pero todavía me encanta escucharla y me sigue transmitiendo fuerza, como el primer día. Su música in crescendo, para mí la hace ser ideal para animarme, concentrarme o ponerme en situación. Si hubiese sido saltador de altura, de longitud o de vallas, la habría escuchado antes de competir y con esa motivación, seguro que no habría tenido rival. Su vídeo musical, jalonado de atletas haciendo cada una de las disciplinas de salto, fue lanzado poco antes del comienzo de los juegos olímpicos de Los Ángeles, justo cuando volvíamos a casa.
Por eso, todas las otras canciones que he mencionado, lo son, pero quizás Jump (For my love), sea un poco más 1984 que las otras.

George Orwell jamás pudo imaginar, que lejos de aquel mundo totalitario e impersonal que había concebido en su mente, 1984 iba a ser en realidad, un maravilloso año irrepetible.


miércoles, 21 de septiembre de 2011

Broken Wings


Broken Wings fue una novela poética escrita por Khalil Gibran en 1912, escritor de origen libanés, afincado en Estados Unidos. En este relato se cuenta el amor trágico e imposible, entre dos jóvenes libaneses. Ella, Selma, es obligada a casarse con el sobrino de un importante religioso. El protagonista, probablemente el propio Gibran, se enamora de ella y se convierten en amantes, hasta que son descubiertos y Selma es obligada a permanecer encerrada en su casa para siempre.
Casi 75 años más tarde de la publicación de Broken Wings, un grupo musical llamado Mr. Mister, irrumpió en las listas con una canción que compartía título con el libro de Gibran. Esta coincidencia no sería casual, ya que el letrista John Lang, se inspiró para la canción Broken Wings, en el libro del autor libanés. En una de sus líneas, se escucha "Take these broken wings and learn to fly again", que además es un homenaje a Blackbird, de The Beatles. Por cierto, Lennon y McCartney al componer Blackbird, se inspirarían también en el libro Broken Wings de Gibran.

En el vídeo musical que rodaron para promocionar la canción, se puede ver al vocalista de Mr. Mister conducir un coche por el desierto, mientras va cantando Broken Wings. Y es una coincidencia esta escena, porque antes de haberla visto, esta canción ya me recordaba a aquel jovencito soñador de amores imposibles, conduciendo su maravilloso escarabajo, en aquellas interminables noches de verano, con las ventanas bajadas, empapándose de la brisa húmeda del Atlántico.
El aire del paseo marítimo que conducía hasta la playa de Las Teresitas, besaba su cara. Le acompañaba el reflejo de la luna sobre el mar y las luces de la ciudad, que poco a poco iban quedando a lo lejos, tras sus espaldas.

Ya hace años que vivo al lado de otro mar, menos mar que el mar que siempre contemplaron mis ojos, más verde y menos azul que el mío, aunque es un mar que por su historia me infunde respeto, como el que visita un museo de Historia; el Mediterráneo.
Y aquí estoy feliz en Barcelona, con mi familia y con poder compartir la música, mis recuerdos y las cosas que escribo. Pienso como Khalil Gibran, cuando decía: "la mitad de lo que digo no tiene ningún significado, pero lo cuento por si la otra mitad te emociona."
Desde aquí, aunque me acuerdo de los que he dejado allí, pocas cosas echo de menos de mi tierra. Pero cuando oigo canciones como ésta, a veces sueño con estar conduciendo mi escarabajo del 70 de nuevo, encender el equipo de música y escuchar cómo retumban en mis oídos los compases de Broken Wings.

 

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Can't Help Falling in Love


La verdad es que he tenido suerte.
Tuve la suerte de tener una infancia muy feliz. Unos primeros años de mi vida, en los que recibí mucho cariño, en un hogar lleno de paz, que haría formar mi persona hasta ser en buena parte como soy el día de hoy.
De muy pequeño no es que fuese un niño extrovertido, eso se lo dejé a mi hermana María, alegre, divertida y espontánea. Siempre fui más bien, un niño sensible y reflexivo.
Me gustaba escuchar, leer y sobre todo, oir música.
Tuve la suerte de tener a alguien que de bebé me cantaba canciones de cuna, como el "Quién teme al Lobo Feroz", o "Pulgarcito cuando duerme, al gigante siempre ve..." aunque por mi sensibilidad y no por su oído, me arrancaba lágrimas de emoción.

Cuando crecí un poco más, ella me dejó poder disfrutar de uno de sus más preciadas posesiones: Aquel estuche azul, repleto de discos ingleses, que era en realidad una colección de pequeñas joyas musicales. 
Esos singles de vinilo los extraía de su estuche y los hacía girar en el radio-cassette-tocadiscos Hitachi, a 45 revoluciones por minuto. No era música para niños, al menos no para un niño tan pequeño, pero ahora la imagino tan impaciente por compartir su música conmigo, a cantar sus letras, que no podía esperar a que me hiciese grande.

Luego fueron viniendo los discos del momento. Llegaba a casa emocionada del Instituto, con su nuevo LP enfundado en plástico, como una niña con un regalo. En aquellas tardes, a mediodía, antes de que yo volviese de nuevo al colegio, veía como lo extraía de su envoltorio y le ponía la aguja en el surco. Yo observaba hipnotizado cómo comenzaba a dar vueltas, a ver si era capaz de leer la etiqueta mientras giraba.
A mí me encantaba permanecer a su lado. Creo que a ella también, que yo estuviese allí.
El surco se transformaba pronto en sonido y así disfrutábamos juntos de la magia.
De esta manera, llegó a casa gente como ABBA, Demis Roussos, Boney M, Julio Iglesias o incluso Jean-Michel Jarre.

Intento hacer el esfuerzo, pero no puedo escoger una única canción que me recuerde a ella, porque fueron muchas las que sonaron en el salón de mi casa. Pero lo que es seguro, es que aunque existen muchas versiones de Can't Help Falling in Love, la de Elvis Presley le pertenece a ella por completo. Me transporta rápidamente  a mi infancia y vuelvo a verme sentado en la alfombra del salón, sobre las piernas cruzadas, acercando mi oído a los altavoces de madera de aquel equipo de música.

Con el paso del tiempo, es curioso que ahora sea yo el que le descubra a ella nueva música, nuevos intérpretes, nuevas canciones. Me he hecho mayor y ahora le he tomado el relevo. Pero ella continúa teniendo ese espíritu curioso de cuando yo era niño y no me cuesta esfuerzo imaginarla abriendo su ordenador, a ver qué nueva canción ha puesto su hijo, con ese mismo nerviosismo que tenía al traer un nuevo disco a casa.

Y ahora sé que fui un niño con mucha suerte. Pero no sólo por haber podido descubrir toda aquella música. No, no, he tenido mucha suerte, por tener esta madre que tengo.


 

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Everytime


Un día estaba en una tienda de ropa, esperando, como siempre hemos hecho los hijos, los maridos y los novios y de repente, salió el sonido del techo y la oí por primera vez. Guardé un fragmento en el móvil, deseando poder conseguirla cuando volviese a casa, una vez acabase el verano y fue de las primeras cosas que hice.

Mi segunda vez fue esperando en el aeropuerto a que llegase el avión de los que aún no habían vuelto. Sonó de nuevo en mis oídos y sin poder evitarlo, vi cómo mis pies empezaron a moverse.
Algo parecido debió haberle ocurrido a los guionistas del anuncio de Afri-Cola, cuando se inspiraron para lanzar la campaña comercial de esta bebida.
Afri-Cola es una marca de refresco alemana, creada en 1931, poco o nada conocida fuera de su país. Aunque acaba de cumplir los 80 años, ha estado a punto de desaparecer en varias ocasiones y por eso ha habido varias campañas para relanzar el producto. La de 1968, fue obra del publicista Charles Wilp, amigo de Warhol o esta última, encargada a un grupo llamado The Flames, que compusieron ex-profeso esta canción, para intencionadamente darle un cierto tono retro.
Por eso Everytime no puede ser encontrada en ningún álbum, porque forma parte de ese reducido número de canciones que fueron concebidas para un anuncio y que acabaron saliendo de la pantalla, para entrar en las listas de éxitos musicales, como First Time de Robin Beck, Driven By You de Brian May,  el Chihuahua del metro, o Summercat, de Billy the Vision and the Dancers, más conocida por ser la canción de Estrella Damm en Formentera.

Y como no hay dos sin tres, la tercera vez que escuché Everytime fue para bailar con una mujer.
De fondo sonaban los primeros compases de Everytime y no me pude resistir. La agarré bien fuerte y empezamos a movernos, dando vueltas juntos.
Y casi susurrando a su oído, le iba cantando su bonita letra:

Cada vez que estoy contigo
Sólo quiero besarte
Y cada vez que te veo
Mi corazón se vuelve loco

Ella se sentía muy feliz y yo mucho más que ella.
Ella reía y me acariciaba la cara.
Y desde ese día nuestra relación ha cambiado por eso debo recordarle de aquí en adelante, para que no lo pueda olvidar nunca, que Everytime fue nuestro primer baile.
Y cuando llegue el día en que alguien le diga:
- Clara, ¿quieres bailar conmigo?, que sepa que yo me adelanté mucho antes, porque el primero de todos, fue con su padre.