Cuando era mucho más joven y la palabra digital sólo se refería a los dedos, únicamente existían dos formatos en los que podías escuchar la música: Los discos de vinilo, que como era obvio, eran originales (nunca conocí a nadie que tuviera una grabadora de vinilo en casa) y las cintas de cassette, que podían ser originales, o no.
Para quien no lo sepa, una cinta es algo imposible de encontrar en una tienda hoy en día. Consistente en un recipiente de plástico, de tamaño un poco más pequeño que un Iphone, tiene dos caras, llamadas A y B, que en su interior aloja una banda magnética muy fina, que es capaz de grabar sonido en ella. Las había de 60 y 90 minutos, normales y de cromo.
Las mías, las consideraba como auténticas joyas. Tenía una colección de ellas, artesanalmente decoradas, según su tema y cuidadosamente grabadas mediante un mezclador, sin interrupción alguna entre canción y canción, como si estuviéramos en una discoteca, de tal manera que los últimos segundos de la última canción con que finalizaba cada cara, coincidía exactamente con el final de cada cinta.
Cada una tenía su nombre correspondiente, como la recopilación de bandas sonoras, llamada Soundtrack, las de New Age, que eran Atmosphère, Amazonia o Ambience, música de los 80, Heathrow, o de temas variados como Z, Discovery, China, The Moon in the Square o Bagdad. Incluso, sólo de cantantes como Phil Collins, Jean-Michel Jarre, The Beatles, Genesis o Enya.
Siempre había un motivo, una persona, una época, o unos sentimientos, que me llevaban a agrupar varias canciones en una sola cinta. Eran pequeñas obras maestras caseras, que constituían cada una, la banda sonora de mi vida.
Una de aquellas cintas, se llamaba Night Music y como su nombre indica, era un conjunto de temas lentos, románticos, que apetecía escuchar con la complicidad de la noche, en algún paraje, bajo la luz de la luna.
Ahí aparece I want to know what love is. Era una de mis favoritas, porque ilustraba en muchos momentos de melancolía, mis anhelos por encontrar a alguien con quien ser feliz de verdad.
No sé cuántas veces, protegido por el transparente anonimato de los cristales de mi coche, de vuelta a casa, arranqué a cantar la letra de la canción de Foreigner, quizás para convencerme de que algún día mi vida podría dejar atrás la canción y el significado de su letra.
Foreigner, fue uno de esos grupos fundados en los años 70, que tuvieron que sufrir como tantas bandas, la difícil adaptación a los 80, donde acabaría encontrando sus mayores éxitos, sobre todo con esta canción, que les aupó al número uno de las listas de todo el mundo.
I want to know what love is, forma parte de un disco llamado Agent Provocateur, concebido como un álbum conceptual, porque cada canción es el capítulo del relato de un espía, que revela su historia, vista desde dentro y desde fuera.
Desde aquellos lejanos y felices años veinte, he creído que la de Foreigner era una interpretación magistral. Pensaba que era una canción perfecta, con ese comienzo intimista, que concluye con un final apoteósico, realzado con un coro de gospel que se va añadiendo progresivamente, casi imperceptiblemente.
Y finalmente un día supe realmente lo que era el amor, aunque casi hubiese olvidado la canción y lo que me llevó a grabarla en aquella cinta. Y visto desde el día de hoy, aunque me siga chiflando cómo la canta Foreigner, o como dice alguien, Forinyer, o Foreinller, o como sea, esa versión que suena cuando Lou tiene puestos los auriculares, se ha convertido en mi favorita.
2 comentarios:
Me encanta este tema, vaya recuerdos!!! Yo tb andaba por esa época buscando a alguien que me lo explicara. Pero mira, en la vida todo llega;-)
¡Temazo! Espero este aparato me permita de nuevo comentar tu sección musical de la que soy gran fan. Pues sí, preciosa canción, es natural que entre en ese puñado de canciones favoritas...
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