lunes, 22 de septiembre de 2014

You



Esta noche tengo que confesarte algo. Cuando te conocí, ya llevaba años soñando contigo. Muchos, no sé cuántos. Probablemente si hicera un poco de memoria, creo que podría ser cuando tenía veintipocos. Pocos visto desde ahora, pero muchos cuando los tenía.
 
Apenas sabía de la vida, aunque me creía experto en todo y el mejor permitiéndome dar consejos a los demás sobre amores verdaderos y fantásticas soluciones. No sabía en realidad gran cosa de nada, pero cuando vi por vez primera en la televisión el vídeo del grupo austriaco Ten Sharp, fue cuando te vi aparecer.
Te reconocí de inmediato en una de esas chicas que disfruta de su juventud, de su belleza y de su amor, en un verano inigualable, disfrutando de risas, paseos en coche descapotable, chapuzones y paseos en lancha motora en cualquier lago del centro de Europa.
Vi a esos jóvenes y te vi a ti. Sabía que estabas por alguna parte.
Te busqué y te busqué. En cada cohe que pasaba, en cada ruido de pasos de tacones a mis espaldas, en cada fiesta, en cada rincón de mi isla. Intenté encontrarte donde no estabas y me equivoqué mucho. No daba contigo, pero nunca perdí la fe.
 
Y un día te vi entrar en aquel bar de Madrid y el tiempo y mi mundo se detuvieron. Y un instante antes de que dijeras nada, antes incluso de que tu mirada me mirara por vez primera, te vi y supe sin dudarlo, que ella eras tú.



miércoles, 30 de julio de 2014

A Este Lado de la Carretera

 
La verdad es que nunca he sido gran amante de la música española. Me debe venir de raíces maternas. Ella fue una chica ye-yé de los sesenta que sólo oía música en inglés y yo sin querer, creo que la imi´té en los ochenta, cuya movida pasó por mi vida sin pena ni gloria.
 
Pero siempre hay una excepción (o varias), que acaban confirmando la regla.
Por aquella época de los ochenta, en plena adolescencia y como es lo que le corresponde a dicha edad, fue época de cambios hormonales y de cambios de educación. Pasar a bachillerato, a un instituto nuevo fue toda una nueva etapa en mi vida. Una etapa muy bonita, que probablemente por llevar apareada una sobrecarga hormonal hizo que sobre este terreno fértil, apareciera nuevamente un nuevo amor que me tendría la cabeza ocupada. Amor, que como buen pagafantas, sería por supuesto, platónico. Faltaría más...
 
Por ponerle un nombre, llamemos a ese prototipo de mujer, objetivo de mis deseos, "La Proto", para abreviar y de alguna manera, mantener el anonimato.
Aquí me tienen ustedes desde el primer día que la vi en 1º de BUP, sin dejar de pensar durante todos los cursos y en sus largas ausencias de verano.
Yo tenía bien claro que La Proto era para mí y que nadie me la arrebataría. Lo supe desde el primer día que entramos en aquella clase, miré hacia arriba y vi a una mujer inacabable. Sólo había que esperar el momento adecuado. De momento, en el primer año de instituto quizás sería demasiado pronto, teniendo en cuenta que medía 20cm más que yo y creo que aún no me había afeitado por primera vez. Así que con gran sabiduría decidí que lo mejor sería esperar al año siguiente. No había que correr y mejor tomarse las cosas con calma. Las cosas importantes llevan su tiempo, debí pensar...
En 2º de BUP las diferencias se fueron estrechando. La distancia que tenía que crecer era menor; ya me afeitaba de vez en cuando, pero pensé, con gran acierto, que si me apresuraba, obtendría un no como respuesta, así que tras darle vueltas, creí más oportuno esperar un año más. De momento no me constaba que estuviera saliendo con nadie, clara señal de que aunque no me lo había dicho, me estaba esperando. Estaba claro que el éxito estaba asegurado.
Tercero de BUP fue un año importante. Académicamente, claro. Ese año tuve que orientar mi futuro hacia las Letras o las Ciencias. Opté por las segundas y ¡Oh, sorpresa! La Proto también. Así que estuvimos todo un curso juntos, en las mismas clases, compartiendo apuntes... Estaba lanzado. El momento del triunfo se acercaba inexorablemente. Pero sin que lo esperara, llegó ese final de curso inesperado y alguien tan decidido como yo, vi claro que si había estado esperanso tres años, ¡qué mejor momento para iniciar el ataque, que recién llegado del verano, moreno, alto y con las ideas claras acerca de cuáles son las frases perfectas para conquistar a la chica de tus sueños...!
Y llegó el laaaargo verano de 3º a COU en el que tanto eché de menos a La Proto. Último verano, sin duda, que pasaría sin ella. Ya todo estaba a punto. Había crecido, la había superado y ya era más alto que ella.
Y comenzó mi último año de instituto. Año que debía ser histórico, porque recibiría el premio de la victoria de una batalla estratégica, magistralmente planteada durante casi cuatro años. Más laborioso que el desembarco de Normandía.
Pasaron las primeras semanas del curso hablando mucho de muchas cosas. Así me empapé de la música que le gustaba, del cine que veía, de lo enamorada que estaba de Tom Cruise y de su gran enfado cuando se casó con Mimi Rogers, "La vieja esa", como decía La Proto...
 
Ya tenía suficiente información del departamento de inteligencia, como para plantear un ataque con los tres ejércitos. La fecha estaba decidida: después de Carnavales.
Llegaron esas famosas fiestas de mi tierra y La Proto como en un regalo de Navidad adelantado, llegó a clase con una sonrisa que nadie le había visto nunca y con una noticia que sus amigas jalearon con alegría, pero que yo nunca entendí. La Proto tenía novio.
Pero no un novio cualquiera, no... Un muchacho imberbe, imbécil, de la clase de Letras, amante de U2 (he ahí mi odio por ese grupo desde entonces), y encima más bajito que ella. ¿Para eso he estado creciendo todos estos años? (pensé).
 
Y tal como llegó, La Proto, que nunca fue mía, se fue sin serlo. Sólo lo había sido en mis deseos, en mis castillos en el aire y en mis pensamientos.
Estuve muy triste unas semanas. Enfadado conmigo mismo pensando lo tonto que había sido, por ser tan tímido y tan indeciso. Estuve apesadumbrado hasta que una mañana, antes de levantarme e ir al instituto, puse la radio y escuché una canción muy alegre, que me hizo ver que el mundo está lleno de Protos, pero que sólo hay un Mel.
 
Esa canción, española, como las que le gustaban a La Proto, me recuerda al resurgir de mis cenizas, pero con el paso de los años la he hecho mía y ha dejado de ser un recuerdo de ella.
Tal vez no sea la canción más conocida de Danza Invisible, al que todo el mundo asocia con la empalagosa Sabor de Amory que siempre he considerado una buena sintonía para un anuncio de yogur con frutas troceadas. Tal vez no, pero mi favorita es esa versión de Bright Side of the Road de Van Morrison que cantan los malagueños de Danza Invisible y que ellos llaman A Este Lado de la Carretera.
 
A Este Lado de la Carretera ha sufrido una conversión en mi vida. Ahora lejos de recordar mis tiempos de gran seductor del Instituto, me hacen pensar en mis maravillosos veranos en Málaga. En la Málaga de los espetos, de la Feria, del Cartojal, pero sobretodo en la Málaga de la buena gente. Esta canción es el destino, el trayecto y el origen de cada viaje que hago cada verano, buscando el paraíso del Sur. En la larga carretera que me lleva a mi querida ciudad de Málaga tengo al otro lado unos parientes que son mi familia porque siempre me han hecho sentir y unos amigos que cuando estoy por allí, me hacen ver que aquél no es el otro, sino este lado de la carretera.
 
 


martes, 17 de junio de 2014

Put Your Head On My Shoulder

 

Pon tu cabeza en mi hombro, cógeme en tus brazos, estrújame fuerte, que pueda sentir que tú también me quieres.
Pon tu cabeza en mi hombro, susúrrame al oído cosas que quiero escuchar.
Dime; dime que tú también me quieres.
 
La música que Paul Anka compuso con diecisiete años en aquel lejano 1958 suena en nuestro salón mientras bailamos abrazados. Te sostengo y disfruto más que tú, que ríes mientras te doy vueltas.
Continuamos girando y te sorprendo con cada giro inesperado en el sentido contrario de como nos movíamos. Tú ríes a borbotones y en tus mejillas se te hacen esos hoyuelos que tanto me gustan.
 
Me miras y te miro, me muevo y nos movemos. Eres mi perfecta pareja de baile.
Cualquiera que presencie la escena, puede imaginar sin esfuerzo al vernos, que llevamos juntos toda la vida.
Seguimos bailando y deseo que la música no se acabe, que sigan sonando las notas que nos mantienen moviendo. Que no llegue nunca el final y que sigas sintiendo que soy el hombre de tu vida. 
No lo dejes, sigue riendo y apoya tu cabeza en este hombro que siempre tendrás para ti, para reir, para abrazarte, para sentirte reconfortada y protegida cuando seas muy feliz o para te sientas que tu pequeño mundo se ha desmoronado y se ha venido abajo. Un día que no podrás evitar, estarás tan triste que no podrás contener tus lágrimas, pero tendrás este hombro para estrujarte fuerte y a mí para decirte que todo quedará atrás y que volverás a ser feliz de nuevo. Y aunque pasen los años y vengan otros y otras canciones, Clara, no dejes jamás de pensar que para tu padre siempre serás su pareja favorita de baile.
 


miércoles, 5 de febrero de 2014

Everybody Hurts

 

No son diez años, pero casi.
Casi diez años de aquel día en que confirmamos ante toda nuestra familia y amigos, que habíamos decidido unir nuestras vidas y empezar un nuevo camino juntos.
Fue un precioso día de febrero; tal día como hoy.

Mi opinión, como es obvio, no cuenta, pero he oído decir a alguien que aquélla "era la boda más bonita a la que habían ido..."

Del día de mi boda he hablado en alguna ocasión y de cómo iniciamos el baile.
Muchas veces es fácil elegir la primera canción. La segunda no lo es tanto. No sé cómo lo decidimos, pero la siguiente que elegimos para continuar bailando, fue este tema de la banda estadounidense REM, de la época en la que estaba en su mayor apogeo, cuando sus temas se convertían en una auténtica religión.

Nos gustaba mucho cómo sonaba Everybody Hurts, al ser una balada lenta, cadenciosa,  y tan larga, que te permite tener entre tus brazos a la más preciosa mujer y fácilmente proyectarte esa primera noche, a lo que sería una idea aproximada a estar junto a ella el resto de tu vida.

Aunque los integrantes de REM dicen que su intención inicial fue componer una canción para adolescentes, la realidad es bien otra. Según una encuesta de la PRS for Music, la Asociación de compositores del Reino Unido, Everybody Hurts afirmaba que es la obra musical que más hace llorar a los hombres.
La definían como "una obra lacrimosa que define la sensación de frustración y pena que a los hombres les resulta difícil describir y a su vez les da una leve idea de solución al conflicto. Por eso ha superado a otras grandes obras como "Tears in heaven" de Eric Clapton, logrando robar una lágrima incluso a los hombres más fuertes(...)".

Yo no puedo decir lo mismo. Lou estaba entre mis brazos y como jamás me había pasado antes, notaba unas incómodas molestias en las mejillas, que ya me dolían por haber estado sonriendo todo aquel día. Tenía agujetas de alegría. Nunca había sido tan feliz.  



miércoles, 29 de enero de 2014

Call Off The Search



Hace tres años que empecé una búsqueda. ¿O fue hace cuatro? No sé, no lo recuerdo ya...
Pero por aquellas misteriosas razones que empujan a un hombre a hacer tonterías, justo cuando está próximo a cumplir los cuarenta, en vez de mirar hacia adelante, en aquel momento eché una mirada hacia atrás. Pero muy hacia atrás...
En uno de esos caminos inexplorados que un día decidiste abandonar, allí quedó varado un amigo de la infancia. En realidad, el mejor y casi diría único amigo de verdad de mi época de colegio. Entonces tenía once años. Pero la historia comenzó mucho antes.

Artal era mi amigo. Nos conocimos cuando empezamos el colegio, con cinco años y de entrada congeniamos enseguida. Teníamos una cierta complicidad que mucha gente podría decir que se debía al horóscopo. Habíamos nacido con un día de diferencia. Eso sí, por 24 horas, yo era mayor que él. Aunque nunca he creído en la influencia de los astros en las personas, la verdad es que aquellos dos acuarios se llevaban muy bien.

A veces no hace falta tener que esperar a que un niño crezca, para observar quién tiene esa capacidad de liderazgo, que en muchas ocasiones aparece. Y él la tenía.
Era un niño muy inteligente, sincero, excelente estudiante, pero por encima de todo, era capaz de arrastrarnos a todos en la dirección que él nos marcaba. Y no dudábamos en seguir esa senda, porque sin duda era la buena.
Ahora soy capaz de reconocer esa capacidad de liderazgo en algún niño, compañero de mis hijos y no puedo evitar acordarme del Jefe que había en nuestra clase.
Siempre tenía cosas interesantes que contarnos: de sus viajes a la Península en verano, de su Zaragoza natal, también tierra de sus padres y de un río enorme que pasaba por allí, que se llamaba el Ebro y que por eso, por lo que me había contado de él, se convirtió de inmediato en mi río favorito.
Esa admiración que le tenía, se vio aumentada un día en que no recuerdo por qué motivo, me dijo, casi de pasada: "... Porque Carrillo, tú eres mi mejor amigo..." y siguió hablando, pero ya no sé qué siguió diciendo, pero aquellas palabras me llenaron de orgullo al sentirme importante para una persona tan importante.
Aunque debo reconocer que aquella confesión me hizo dejar de verlo como un líder y más como un amigo de igual a igual, nuestra amistad mutua se reforzó y fue creciendo con el tiempo.
En cambio, para los demás, él continuaba siendo el Jefe del patio, el organizador de los recreos. En nuestras batallas de patio de colegio contra los ejércitos de las sucesivas clases de B, C y D, era siempre el comandante de aquellas huestes invencibles y valientes, ya fuesen los combates de espadachines, del séptimo de caballería o de cualquier batallón ambientado en la Segunda Guerra Mundial.
A mí me asignaba casi siempre hacer el papel de médico, que iba curando los soldados, con sólo tocar el hombro a los caídos en el campo de batalla. Los heridos, tras mis mágicos cuidados, se iban incorporando milagrosamente y de forma instantánea, se volvían a unir a la lucha. Por eso era importante que lo fuese haciendo a gran velocidad, para así lograr la superioridad numérica. Ya me lo decía él: "Tu papel en este ejército es el más importante. Por eso tienes que tener cuidado de que no te maten. Por si acaso, yo te cubro..."

Fueron pasando los cursos y un buen día, cuando teníamos que reencontrarnos todos en el comienzo de 5º, mi amigo Artal no apareció.
Nos enteramos que su padre había vuelto a Zaragoza y se había llevado a toda la familia.
Recibí una llamada suya el día de mi cumpleaños, cuatro meses más tarde desde Zaragoza. Creo que fue por Semana Santa que fue a Tenerife, probablemente a recoger cosas, me llamó y fuimos al cine.
Aquella fue la última vez que nos vimos.
Tal vez porque eres muy niño y tienes muchas otras cosas en la cabeza, aquella amistad, a mis once años, se quedó varada en la cuneta del tiempo.
No tuve más amigos en aquel colegio y su marcha me dejó un vacío, pero poco a poco me fui acostumbrando a no verlo más. Y a mi amigo Artal lo olvidé por completo.
A pesar de este olvido, debo decir que cuando siempre llega mi cumpleaños, aún hoy, recuerdo que al día siguiente sería el suyo. Pero salvo esta excepción nunca me había vuelto a preocupar qué habría sido de él.
Nunca, hasta que hace cuatro años fui al cine.

La verdad es que no he sido gran seguidor del cine español, pero de vez en cuando hay que ceder y aquél día claudiqué y me dejé convencer por Lou para ir a ver Mataharis. Era una historia de unas mujeres que trabajaban en una agencia de detectives y cada una de ellas investigaba una historia distinta. Una era infiltrada en una multinacional para ver si un directivo era honesto y engañaba a la empresa, otra se encargaba de averiguar si un marido engañaba a su mujer y otra de ellas tenía el sencillo encargo por parte de un anciano de encontrar a un viejo amor de su juventud.
Esta última historia me hizo recordar de nuevo a mi amigo.
Cuando salimos del cine, le dije a Lou: 
- ¿Alguna vez te he hablado de mi amigo Artal?
Ella me dijo que no, porque toda mi historia había quedado olvidada en mi cabeza. Y se lo conté todo.
Desde aquel día me propuse intentar dar con él. No quería obtener nada, tan sólo necesitaba saber que le vida le había sonreído y que aquel niño que parecía tan brillante había logrado grandes éxitos, que estaba bien y que era feliz.
Así comencé mi búsqueda por la red. Pensé que sería fácil, pero no fue así.
Empecé por donde lo hace todo el mundo: Google.
Pero no había absolutamente nada.
Seguí con el linkedin. El mismo resultado.
Probé con el facebook, pero encontré una persona con su nombre, sin foto y sin datos compartidos. Por si acaso, le pedí ser amigo, pero no llegó a contestar mi solicitud nunca. Probablemente no sabría ni quién era y simplemente me ignoró.
Cansado de buscar y no encontrar nada, dejé esta investigación apartada unos meses, aunque de cuando en cuando la retomaba, pero con los mismos resultados.
Y entonces fue cuando me empecé a preocupar. A lo mejor, a lo largo de todos estos años de ausencia, le había sucedido algo trágico y ya no estaba entre nosotros...

Un día, hurgando por el google, di con una página vieja de la federación aragonesa de fútbol, donde hablaban de una persona con sus mismos apellidos, pero con un nombre diferente. Entonces recordé que él tenía un hermano mayor.
A partir de ese nombre, fui tirando del hilo y encontré un correo de quien suponía que era su hermano. No vacilé ni un momento y me atreví a escribirle.
Me presenté, aún dudando que pudiese ser su hermano y le pedí disculpas por molestarlo.
Al cabo de unas semanas, me respondió. Efectivamente era su hermano. Me recordaba. Le sonaba un tal Carrillo que era amigo de su hermano, de la época del colegio, de aquellos años en que vivían en Tenerife, aunque como era obvio, no se acordaba físicamente de cómo era yo. Me prometió que le hablaría a su hermano de mi búsqueda y me dio su correo electrónico. Pero aquí quedó todo.  No volví a saber nada de él ni de mi amigo, su hermano.

En todo este tiempo me imagino que recibió mi correo. Sin respuesta, le volví a enviar otro, cuando cumplió 40 años, aquel 24 de enero. Tampoco respondió. Pensé que probablemente se preguntara qué era lo que quería después de tanto tiempo... Y esta intriga genera, como es natural, desconfianza.

Pasaron los meses y seguí sin recibir ninguna respuesta. ¿Le habría pasado algo?
Hace poco abrí de nuevo el facebook, como muchas otras veces, le busqué y en esa cuenta inactiva que tiene, que nunca me aceptó como amigo, apareció una foto reciente.
Me quedé hipnotizado mirándola, viendo cómo el tiempo había distorsionado mi recuerdo, como el viento siroco cuando llega a la ciudad. Y recordé aquella famosa cita de Nietzsche: "Cuando miras al abismo, el abismo también te mira a ti..." y me pregunté qué habría pensado él, si es que llegó a ver mi actual rostro.
Sonaba de fondo la música de RadioMel, que no es otra más que mi enorme lista de temas musicales que revientan mi disco duro por todas partes... 
Oí a una cantante llamada Katie Melua, que en un concierto realizado en una escuela de música, fue descubierta por un productor que buscaba una voz joven capaz de cantar blues y jazz y a la que tras escucharla, le hizo inmediatamente un contrato. De su primer album, surgió este "Call Off The Search", que viene a ser algo así como: Doy por terminada la búsqueda...
Y entonces lo comprendí. Esa canción, esa coincidencia, me hizo ver la luz. En esta vida, la perseverancia, la persistencia, la tenacidad, son esenciales para alcanzar nuestras metas anheladas, pero más importante que todo ello, es saber cuándo hay que decir basta. Cuándo no merece la pena continuar el camino y saber apearse, decidiendo no malgastar más esfuerzos por una causa imposible.  Iniciar el camino es duro, abandonarlo sin llegar al final, muchas veces es doloroso.

No he llegado a donde me había propuesto, pero no me marcho con los bolsillos vacíos. Desde que comencé en esta búsqueda, algo he encontrado: Ahora ya sé que está vivo y que está bien. Mi antiguo amigo Artal sabe que le he buscado y sabe cómo dar conmigo. No tengo que insitir más. Aquí estoy, por si quiere que un día nos volvamos a encontrar, nos contemos qué es lo que nos ha pasado a cada uno en nuestras vidas todos estos años y tal vez intentemos recuperar el tiempo perdido.