miércoles, 24 de agosto de 2011

Hay un amigo en mí



Hace unos años, muchos ya, quizá, fui a un pequeño concierto de uno de mis cantantes favoritos: Era Paul Carrack.
Cuando acabó la actuación nos quedamos rondando el escenario y con toda seguridad, por el hecho de ir acompañado de unas amigas guapas, acabamos todos yendo a cenar con el mismísimo Paul Carrack y su banda. Recuerdo estar hablando con uno de sus músicos, un bajista llamado Steve, que nos confesó que su sueño era poder tocar algún día con los Gipsy Kings. No lo entendí. ¿Acaso no es un sueño el poder tocar con Paul Carrack? Eso me hizo pensar que el ser humano nunca está contento con lo que tiene, aunque sea mucho.

El año pasado, más o menos por estos días, cuando se nos acababan las vacaciones de verano, me llevé a Tiri, a Marta y a Guille a ver el estreno de entonces: Toy Story 3.
Pixar tiene la maravillosa capacidad de entretener a los grandes y a los pequeños con sus películas y la verdad es que en esa ocasión no volvió a defraudar. Todos nos lo pasamos muy bien, con aquellas gafas 3D, que pronto Guille acabó tirando a un lado, poco amigo de colocarse cosas en los ojos.
Cuando llegaron los títulos de crédito, sonó la música y los tres se pusieron a bailar, mientras se podía oir el delicioso tema de You've got a friend in me, compuesto por el poco conocido Randy Newman, que una amiga me descubrió hace tiempo. Pero en esta ocasión, era una versión distinta, interpretada por el grupo favorito de aquel Steve, que conocí una noche de primavera en Tenerife: The Gipsy Kings.

Y desde aquel día Hay un amigo en mí, a ritmo de rumba, es una especie de himno para mi hijo Guille, que le hace saltar y bailar.
Mientras escribo esto, Guille duerme plácidamente la siesta en la cama de su abuelo. Verlo dormir te transmite una sensación de paz, como pocas más son capaces de hacer. La única pega es que para poder ver a Guille, hay que hacerlo a través de la ventana (con rejas, por supuesto), ya que sin que nos diésemos cuenta, mientras comíamos, pasó el cerrojo y no se puede abrir la puerta desde fuera.
Así que aquí estoy, escribiendo, haciendo tiempo hasta que el señor se despierte de su siesta, planeando la estrategia que he de seguir para a través de la ventana, darle tranquilidad y orientarle para que él solito abra el cerrojo.
Mientras, continúo haciendo guardia aquí fuera, junto a la puerta y en cuanto salga, lo sentaré en mis rodillas y tras decirle muy serio que eso no lo haga más, le perdonaré y le pondré esta canción, de ese grupo que tanto le gustaba al bajista de Paul Carrack. Y de nuevo, ver su sonrisa, me hará sentirme orgulloso de ser su padre.


2 comentarios:

Admin dijo...

Muy chula la canción, me han entrado ganas de ver la peli! Ya contarás cómo acaba la nueva travesura de Guille, no se le ocurre nada bueno! Jjajaja. Besitos

Anónimo dijo...

¡Qué angustia! Escribo esto cuando ya sé que todo se solucionó y no hizo falta llamar al cerrajero... La canción, sin duda, un éxito infantil. Un beso

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