El atentado contra las Torres Gemelas ha sido uno de esos acontecimientos que permanecerán imborrables para siempre en cada uno de nosotros.
Es una referencia histórica, como pudo ser para nuestros padres la llegada del hombre a la Luna, o la caída del muro de Berlín.
No ajeno a esto, Bruce Springsteen comenzó a componer un disco, titulado The Rising, el día después del atentado. En sus quince pistas expresa el dolor y las heridas abiertas, el valor de todos aquéllos que participaron en la tragedia y la incertidumbre del futuro que aguardaba a su país.
The Rising es un trabajo muy melancólico, no tan rockero como solía tenernos acostumbrados, pero con melodías pegadizas y reflexivas.
Mi selección personal destaca entre ellas a Waiting on a Sunny Day, y por supuesto, la menos conocida, pero absolutamente conmovedora, Nothing Man, que es la protagonista de hoy.
Mis amigos saben que no he sido nunca amante de Bruce Springsteen y seguro que les he sorprendido con esta elección, pero quiero aprovechar para confesarles que con el paso de los años, he descubierto a este cantante y sobre todo, a partir de The Rising, Nothing Man la considero una de mis canciones favoritas.
- ¡¡Por fin!! - pensarán mis queridos Yofri y Mario, amantes desde tiempos inmemoriales de The Boss - ¡Este chico ha madurado! ¡Ha ensanchado! - exclamarán jubilosos.
Puede ser, puede ser... Pero quiero defenderme, antes de ser linchado o despojado de mi camisa, alegando a mi favor, que la culpa la tiene Bruce Sprinsteen, por no haber compuesto Nothing Man antes.
Sus notas me recuerdan a nuestro viaje a Nueva York, ¿te acuerdas, Lou? Cuando tras abandonar nuestro hotel, en uno de aquellos maratonianos paseos por la Gran Manzana, nuestros pies nos llevaron hasta la Zona Cero.
Allí, en una superficie inmensa, en un solar flanqueado por una valla a lo largo de todo el perímetro, se podían ver fotos de la tragedia y los nombres de todos los que perecieron aquel día de septiembre.
Pero lo realmente sobrecogedor, era el respetuoso silencio que rodeaba el solar. Ningún transeúnte, ni ningún automóvil, emitía sonido alguno, sólo el ruido del aire que soplaba entre las calles. Era impresionante tal quietud, en la ciudad más bulliciosa del mundo. Esa desolación era mucho más intensa que la llama ardiendo de la tumba de Kennedy, en el cementerio de Arlington, en Washington.
Nothing Man me recuerda aquel viaje a Nueva York, un frío febrero, en el que visitamos ese enclave impresionante. Aquel día que pudimos contemplar el lugar en el que inesperadamente, cambió la Historia.
Es una referencia histórica, como pudo ser para nuestros padres la llegada del hombre a la Luna, o la caída del muro de Berlín.
No ajeno a esto, Bruce Springsteen comenzó a componer un disco, titulado The Rising, el día después del atentado. En sus quince pistas expresa el dolor y las heridas abiertas, el valor de todos aquéllos que participaron en la tragedia y la incertidumbre del futuro que aguardaba a su país.
The Rising es un trabajo muy melancólico, no tan rockero como solía tenernos acostumbrados, pero con melodías pegadizas y reflexivas.
Mi selección personal destaca entre ellas a Waiting on a Sunny Day, y por supuesto, la menos conocida, pero absolutamente conmovedora, Nothing Man, que es la protagonista de hoy.
Mis amigos saben que no he sido nunca amante de Bruce Springsteen y seguro que les he sorprendido con esta elección, pero quiero aprovechar para confesarles que con el paso de los años, he descubierto a este cantante y sobre todo, a partir de The Rising, Nothing Man la considero una de mis canciones favoritas.
- ¡¡Por fin!! - pensarán mis queridos Yofri y Mario, amantes desde tiempos inmemoriales de The Boss - ¡Este chico ha madurado! ¡Ha ensanchado! - exclamarán jubilosos.
Puede ser, puede ser... Pero quiero defenderme, antes de ser linchado o despojado de mi camisa, alegando a mi favor, que la culpa la tiene Bruce Sprinsteen, por no haber compuesto Nothing Man antes.
Sus notas me recuerdan a nuestro viaje a Nueva York, ¿te acuerdas, Lou? Cuando tras abandonar nuestro hotel, en uno de aquellos maratonianos paseos por la Gran Manzana, nuestros pies nos llevaron hasta la Zona Cero.
Allí, en una superficie inmensa, en un solar flanqueado por una valla a lo largo de todo el perímetro, se podían ver fotos de la tragedia y los nombres de todos los que perecieron aquel día de septiembre.
Pero lo realmente sobrecogedor, era el respetuoso silencio que rodeaba el solar. Ningún transeúnte, ni ningún automóvil, emitía sonido alguno, sólo el ruido del aire que soplaba entre las calles. Era impresionante tal quietud, en la ciudad más bulliciosa del mundo. Esa desolación era mucho más intensa que la llama ardiendo de la tumba de Kennedy, en el cementerio de Arlington, en Washington.
Nothing Man me recuerda aquel viaje a Nueva York, un frío febrero, en el que visitamos ese enclave impresionante. Aquel día que pudimos contemplar el lugar en el que inesperadamente, cambió la Historia.