miércoles, 13 de abril de 2011

Let There Be Light


Ayer hizo 50 años que el hombre llegó al espacio. Fue un vuelo muy corto, pero esos minutos en los que Yuri Gagarin pudo observar nuestro planeta desde donde nunca nadie había llegado, cambiaron la humanidad para siempre. Se convirtió en el primer astronauta de la Historia. Por fin habíamos podido separarnos de la influencia de la gravedad de nuestro mundo, que nos mantenía anclados a ella, desde el origen mismo de nuestra propia existencia.

Diez años más tarde de la hazaña de Yuri Gagarin, un joven músico de 17 años, amante del cine de ciencia ficción (cuya película favorita era 2001: Una odisea del espacio, adaptación de Kubrick de un relato de Arthur C. Clarke), componía una obra musical legendaria. A partir de ahí comenzó una peregrinación de dos años por distintos estudios de grabación, con una maqueta musical en sus manos, que nadie confiaba en que pudiese tener interés, ni éxito comercial alguno.
Ese perfecto desconocido era Mike Oldfield. Tras tanto esfuerzo infructuoso, cuando estaba a punto de abandonarlo todo, encontró a alguien que confió en él. Se trataba de Richard Branson, co-propietario de un pequeño estudio, que se atrevió a producir aquella pequeña locura.

Mike Oldfield comenzó a grabar lo que sería su ópera prima, una obra maestra llamada Tubular Bells, llegando a tocar 20 instrumentos diferentes, que fueron registrados unos sobre otros. Richard Branson al no poder conseguir ninguna discográfica que publicase el disco, decide lanzarse a la aventura y crear una firma propia, la Virgin Records.
El disco fue un éxito inmenso de ventas, llegándose a vender 16 millones de copias.
Años más tarde, Branson y Oldfield tomarían caminos distintos. Con el paso del tiempo, Richard Branson acabaría desprendiéndose de sus negocios discográficos: estudios, tiendas... para centrarse entre muchos otros, en la industria aeronáutica. Virgin Atlantic es a día de hoy, una gran línea aérea con varias aerolíneas subsidiarias.
En la actualidad, además, Richard Branson ofrece vuelos espaciales suborbitales en su nueva nave espacial, de su flamante compañía Virgin Galactic, a cualquiera que pague el billete y se atreva a emular a Yuri Gagarin.

Mike Oldfield, a pesar del tiempo transcurrido, no olvidaba al autor que tanto le llegó a impresionar en la época en la que compuso Tubular Bells. Por eso decidió crear un disco que ambientaría musicalmente el nuevo relato del escritor Arthur C. Clarke, llamado Songs of Distant Earth.
Comienza la obra con las palabras de Frank Borman, comandante del Apollo 8, leyendo un pasaje del Génesis, la víspera de navidad, mientras observaban por vez primera, la cara oculta de la luna. De aquel viaje es conocido la fotografía del famoso amanecer de la Tierra desde nuestro satélite.
Songs of Distant Earth continúa la música de forma ininterrumpida con Let There Be Light, sintonía de tantas y tantas horas pasadas frente a mis apuntes de la carrera de Medicina.

Acompañando el devenir de tanto folio, de tanta línea subrayada con mis colores, escuchaba la voz del astronauta y la música de Mike Oldfield, e imaginaba el vasto e inmenso vacío del espacio, los vertiginosos amaneceres y atardeceres de nuestro planeta, vistos desde una órbita cercana y me preguntaba qué hacía yo con mis codos sobre aquellos apuntes, cuando en realidad lo que quería era ser astronauta como Yuri Gagarin.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Mi primera cita fue ilustrada con un libro acerca de La Luna, cuando a mi jamás me había atraído el mundo espacial, sin embargo recuerdo ese día y ese libro con mucho amor, y vivir con un "casi astronauta" me hace feliz. Ah! la canción me gusta y mucho, que lo sepas.....

Anónimo dijo...

Melodía muy bonita. ¡Qué curioso, siempre había asociado a Mike Oldfield con Bonnie Tyler y su canción "Islands"! Ha sido un agradable descubrimiento para mí. Me recuerda algo a Jean-Michel Jarre. Gracias por sorprendernos cada semana. Haciendo alusión al título de la canción, por favor,"Don´t switch that light off".

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