Hace unos días que nos han contado en las noticias, que John Barry, el gran compositor, ya no está con nosotros.
Que no se lo crea nadie, porque no es verdad. De hecho, al escucharlo en el telediario, me he ido corriendo al mueble donde tengo mis CD's y tras buscarlo, lo he encontrado. He respirado con alivio, porque pensé que había perdido mi disco de John Barry, Memorias de África. Y no debemos dejarnos engañar. John Barry no ha muerto, por mucho que intenten hacérnoslo creer estos días. John Barry está vivo, pues su alma, como la de todos los que hemos disfrutado con él, están presentes en su música universal.
John Barry ha sido una referencia siempre para todos los amantes de las bandas sonoras. Esta admiración mía no hace que me considere único, ni mucho menos. De hecho, conocí una vez a un perro al que sus devotos y melómanos amos, le pusieron Barry, en honor suyo.
Out of Africa es una de mis bandas sonoras favoritas. Me acompañó como tantas otras, durante aquellas interminables y agotadoras jornadas de estudio, donde iba subrayando párrafo tras párrafo, haciendo resúmenes, intentando separar lo importante de la paja, o lo que es lo mismo, lo que me podían preguntar y lo que no, todo el tiempo que duró aquella maratoniana carrera.
El sonido de los violines en la obertura, me transportaba a aquel tren que atravesaba la sabana africana, llevando a Karen Blixen a aquella granja, que tenía en África, al pie de las colinas de Ngong.
Su belleza se unía a la perfección, con la fotografía maravillosa de ese viaje a bordo de aquel biplano amarillo, pilotado por Dennis Finch-Hutton, el héroe que todos quisimos ser en algún momento, atravesando una bandada de flamencos, desafiando al atardecer, para hacerle descubrir a Karen (y a todos nosotros), la belleza del mundo visto desde el aire.
El sonido de los violines en la obertura, me transportaba a aquel tren que atravesaba la sabana africana, llevando a Karen Blixen a aquella granja, que tenía en África, al pie de las colinas de Ngong.
Su belleza se unía a la perfección, con la fotografía maravillosa de ese viaje a bordo de aquel biplano amarillo, pilotado por Dennis Finch-Hutton, el héroe que todos quisimos ser en algún momento, atravesando una bandada de flamencos, desafiando al atardecer, para hacerle descubrir a Karen (y a todos nosotros), la belleza del mundo visto desde el aire.
Aunque hace ya muchos años que John Barry compuso bandas sonoras legendarias, por ejemplo, Nacida Libre, la saga de 007, o Bailando con Lobos, si las volviésemos a oir, apreciaríamos que no han perdido ni una gota de la emoción de sus compases. Podría extraérsele las escenas a las que están ligadas, escucharse con ojos cerrados y continuarían siendo actuales, atemporales. Nadie sabría a ciencia cierta si habrían sido compuestas hace un siglo, o incluso, ayer mismo.
Porque la Música, con mayúsculas, no muere, vive para siempre.
Porque la Música, con mayúsculas, no muere, vive para siempre.
2 comentarios:
Impresionante banda sonora, maravillosa película, gran elección. El bueno de Barry, inolvidable también.
Como cada miércoles estaba esperando... Cierto, la buena música no tiene fecha de caducidad. What a beautiful tune!
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