miércoles, 5 de enero de 2011

I Have A Dream


Tengo un sueño
Una canción que cantar
Que me ayude a superar cualquier cosa
Si crees en la maravilla de los cuentos de hadas
Podrás alcanzar el futuro, incluso si fallas


I have a Dream es una canción del más famoso conjunto musical de los 70. Por todas partes se oían canciones de ABBA. Fueron el relevo de los Beatles en la siguiente década, como supremacía absoluta de las ondas radiofónicas, las actuaciones musicales de los programas de variedades de la  televisión y de las pistas de baile de todo el mundo. Y como mi casa no iba a ser una excepción, ABBA era la estrella, y ésta era una de las canciones que sonaban en el entonces moderno tocadiscos Hitachi que teníamos, cuya letra me cantaba aquella antigua chica ye-yé, que ahora había sido reconvertida en labores de madre.
Ella fue la que me descubrió la música que iba más allá de las canciones infantiles que oían los niños de mi edad. Así pude oir en casa ésa, como tantas otras de ABBA y otras muchas canciones como In Dreams de Roy Orbison, Honey de Bobby Goldsboro, The House of the Rising Sun de The Animals, Mr. Tambourine Man de The Byrds o Silence is Golden de The Tremeloes, que formaron parte de la banda sonora de mi infancia.
Por eso, en un día mágico como el de hoy, en el que aparecen los Reyes Magos de Oriente, me viene a mi memoria aquel inmenso salón, que se veía invadido por completo de numerosos regalos que nos tendrían entretenidos al menos durante un año entero, a mi hermana María y a mí.
De todos los días de Reyes, recuerdo por encima de los demás, aquél en que al asomarme por la rendija de la puerta entreabierta del salón, pude ver una gran sombra en la penumbra, al fondo, junto a los sillones orejeros, justo donde había dejado mi zapatilla. Desde donde estaba no podía imaginarme de qué se trataba. Casi al mismo tiempo en que ABBA regalaba al mundo I have a Dream, al encender la luz del salón, esa sombra se convertió en una maravillosa Orbea, de color rojo anaranjado. Mi primera bicicleta.


Mi hija Marta, tan precoz ella, no ha tenido que esperar hasta los siete años. Con sólo cuatro, ya mantiene el equilibrio y no necesita de los aditamentos de las rueditas de atrás. Desde hace meses sueña con que lleguen sus Majestades de Oriente y en especial su Rey Melchor, para que le traiga esa ansiada bicicleta que desea tanto. Pronto empezará a pedalear velozmente por los alrededores de casa, por esa plaza de la Concordia, y cuando el aire golpee su cara, descubrirá como me sucedió a mí antes que a ella, que los sueños si los pides con fuerza, algún día se convierten en realidad.



1 comentarios:

Anónimo dijo...

¡Mamma mía!Preciosa canción,como todas las de Abba. Todos los miércoles espero a ver con que nos sorprendes...

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