Eran dos hermanos y varios compañeros de colegio, que decidieron crear un conjunto musical. Aunque en sus orígenes se llamaron The Makers, tras una visita a Berlín, adoptaron el nombre de un barrio de la ciudad alemana, que además albergaba la famosa prisión donde entonces todavía permanecía encerrado Rudolf Hess. Había nacido Spandau Ballet.
Los hermanos Gary y Martin Kemp y sus amigos, alcanzaron el éxito con la canción True, que continúa hasta el día de hoy. Se dice que este tema ha sido reproducido en las emisoras de USA, más de cuatro millones de veces.
Gary Kemp abandonó el grupo para dedicarse a la interpretación. Así, entre otros papeles, apareció en la película The Bodyguard. La etiqueta de ex-Spandau Ballet es algo de lo que nunca ha podido desprenderse. Cuenta el propio Gary, que durante el rodaje de la película, Kevin Costner le confesó que True era la canción favorita de él y de su mujer Cindy. Poco después se divorciarían. Gary Kemp llegó a decir: Me siento culpable. Espero que la canción no haya tenido nada que ver...
Se podría contar mucho sobre True, pero no es esta canción la que quiero traer aquí hoy. La influencia de True es tan grande, que ha eclipsado por completo a Through the Barricades, que casi ha quedado como repertorio de las canciones de karaoke.
Through the Barricades se inspira en la muerte de un montador de la gira de la banda, en uno de los tumultos originados en Irlanda del Norte. La canción ensalza el amor por encima de todo, que es capaz de vencer todas las dificultades, pudiendo saltar cualquier barrera.
Eran dos primos, que siempre iban juntos. Casi como hermanos. Y como ocurre en todas las familias, el mayor es ejemplo y admiración para el pequeño.
Ya no sé qué queda de aquellos niños, que acaban de superar los cuarenta. De hecho, el mayor mañana cumplirá 42. Pero el escuchar canciones de aquella época me permiten revivir aquellos momentos, no diría que tanto, pero casi, como si fuesen hoy.
Él era el que jugaba bien al fútbol, en cambio yo sólo podía darle patadas en las espinillas para intentar arrebatarle el balón infructuosamente, aunque alguna vez lo conseguía. Cuando pasábamos el rato con el baloncesto, era prácticamente imposible robarle la bola y mucho menos ponerle un tapón, pues lanzaba desde muy lejos, casi siempre con acierto. Pero a pesar de eso, seguro que si hago memoria, sería capaz de recordar alguna partida que acabé ganándole. Con otros deportes como el tenis, siempre estaba bien colocado, bien peinado y casi sin moverse, cortaba cada uno de mis pases. Pero alguno, por fuerza e insistencia, acababa pudiendo alojarlo en su lado de la pista.
Pero con lo que no tenía rival, era sin duda con el arte de la seducción, donde mi papel no podía ser otro, mas que el del privilegiado espectador de primera fila, tomando apuntes para cuando la vida me otorgase la oportunidad de iniciar mis escarceos. En aquellas veladas de verano, tan solo me tocaba ser testigo. Ver cómo ellas se iban derritiendo ante los acordes, entre otras, de Through the Barricades, que salían del interior de su más fiel aliada, su guitarra.
Nunca se atrevió a cantar la letra de la canción. No se la escuché pronunciar jamás. Nadie lo sabe, pero secretamente la he estado ensayando durante años, cantándola cada vez que sonaba en la radio del coche, esperando que llegara ese momento musical y sorprenderle a él y a su audiencia (sobre todo a su audiencia), con una interpretación magistral que eclipsara por fin, de una vez por todas, el sonido de las cuerdas de su guitarra.