Ayúdame y te habré ayudado
que hoy he soñado
en otra vida, en otro mundo
pero a tu lado
Los años 80 fueron muy prolíficos para la música, tanto dentro, como fuera de nuestras fronteras. De los numerosos grupos que surgieron en la capital, Los Secretos sorprendieron al público, con las composiciones melancólicas del líder de la banda, Enrique Urquijo.
Pero a tu lado es un ejemplo de ello, aunque tal vez no sea la canción más representativa del grupo, como podría ser Déjame, que los lanzaría a la fama y que se considera el nacimiento de la "movida madrileña".
La canción Pero a tu lado apareció bastante más tarde, formando parte del disco Dos caras distintas, que acabaría siendo el último disco en el que participaría Enrique Urquijo.
Enrique Urquijo fue encontrado muerto, en el portal de una calle, en el barrio de Malasaña, en Madrid. Unos meses más tarde, no muy lejos de allí de donde fue hallado, me instalé para pasar una de las épocas más fascinantes de mi vida.
Precisamente por las calles donde había deambulado el líder de Los Secretos, descubrí una ciudad apasionante, acogedora, con gran actividad nocturna. En uno de estos bares, el Bar Kyoto, en los que trabajaban mis primos Silvia y Jose, pude reeescuchar y redescubrir entre otros, a Los Secretos. Y en unos inolvidables días de diciembre, en ese bar, bien pudo haber estado sonando Pero a tu lado, cuando ella entró en el local y cambió mi vida.
Desde entonces, cada vez que oigo Pero a tu lado, no puedo evitar pensar en ella. Y no me lo reprocho en absoluto, porque desde ese momento, puedo decir que sé lo que es la felicidad, ya que gracias a ella, he descubierto que la vida es vida, su piel es la más sueve, sus caricias las más tiernas, y sus besos... los más ricos de Barcelona.
Los Beach Boys tuvieron su apogeo en los años 60. Fueron la respuesta americana a los Beatles que sonaban al otro lado del Atlántico.Desde sus comienzos, se convirtieron en el estandarte del más playero de los deportes: el surf.
Getcha Back en cambio, apareció a mediados de los ochenta como canción de relleno en un álbum con un título muy original. Ese disco se llamaba The Beach Boys.
Nunca fui amante del surf, de hecho no lo he practicado en mi vida, pero las alegres canciones de los chicos de la playa, me recuerdan a aquel fin de curso del último año de instituto, cuando éramos unos imberbes jovencitos ante los cuales se presentaba un futuro desconocido, cargado de ilusiones y de incertidumbres.
Un par de semanas antes del fin de curso, una amiga me enseñó la foto de una compañera suya de clase. Aunque era del aula de al lado, de la clase de letras, sabía quién era, pero no sé por qué no había reparado nunca en ella. Era una chica rubia, no demasiado alta, muy guapa, con unos enormes ojos azules. No venía a cuento que me mostrase aquella foto, pero piqué el anzuelo y el plan por ambas preparado, surtió su efecto y consiguió que se me despertara el interés por ella.
A partir de entonces me acerqué y empezamos a conocernos. Esos comienzos son como la obertura de una sinfonía, en la que partiendo de la nada, se van añadiendo intrumentos, aumentando la melodía en riqueza, volumen y contenido musical. Así fue yendo todo. Muy lentamente, pero en la dirección correcta. Por ese entonces, yo me estaba sacando el carnet de conducir y mi querido escarabajo esperaba pacientemente a que obtuviese mi licencia. Hablábamos con ilusión de la fiesta de fin de curso que sería en unos días. Yo tendría mi coche, estaríamos juntos toda la noche y escaparíamos de todo el bullicio en nuestro escarabajo, oyendo Help!, de los Beatles, que era nuestra canción, o mejor incluso, música de los Beach Boys.
Tres días antes de la tan esperada fiesta, suspendí mi examen. Eso desbarataría nuestros planes de escapada, pero todavía nos quedaría nuestra fiesta, donde sin lugar a dudas podríamos rubricar todo aquello de lo que habíamos estado hablando, pero que hasta la fecha no habíamos llevado a cabo.
Y llegó nuestra fiesta de fin de estudios. Y aunque comenzó de forma prometedora, tras un baile lento en el que evité con mucha destreza partirle un pie de un pisotón, la desgracia pronto se cebó en mí.
Uno de mis amigos de entonces, apareció en la terraza del baile, completamente borracho. Era incapaz de mantenerse de pie, ni siquiera de decir nada inteligible. Próximo a él, una amenazante escalinata a la que sin darse cuenta, se iba aproximando de forma imperceptible. ¿Dónde estaba mi primo Jose, amigo suyo también? ¿Y Yofri? ¿Y los demás? Hacía tiempo que habían desparecido con sus conquistas, por lo que a aquel desgraciado, sólo podía prestarle ayuda yo.
Y así lo hice. Abandoné a la que podría haberse convertido en mi primer amor y me quedé abanicando con una servilleta a aquel inconsciente, toda la noche, e impidiendo que se levantara y fuese hacia los escalones, por los que parecía tener una especial atracción. Cuando hubo terminado la fiesta, y empezaba a despuntar el día, los etéreos efectos del alcohol etílico comenzaron a diluirse. Mi ex-futura novia, había desaparecido, de la fiesta y de mi vida, probablemente harta de tanto esperar.
Todos los amigos volvíamos caminando a casa. Aquel niñato mal bebedor, que se había cargado mi deseada noche perfecta, pareció por fin volver al mundo real. Consciente de lo que había sucedido y arrepentido de haber destrozado la noche a su amigo, se giró hacia mi primo y le dijo con la mano en el pecho, en un tono de eterno agradecimiento:
-Jose, tú sí que eres un amigo de verdad. Perdona por haberte fastidiado la noche...
Los Dire Straits lanzaron al mundo su Walk of Life en 1985. Este tema era uno de los que aparecerían en el legendario álbum Brothers in Arms, convirtiéndose en una de sus canciones más conocidas. Casi un icono de la propia banda, esta alegre canción no lo tuvo tan fácil como podría parecer. Uno de los productores del álbum se opuso a que fuese incluida en Brothers in Arms, pero el resto de la banda, con un evidente mayor criterio musical, votaron porque fuese una de las pistas del disco.
El éxito de Walk of Life fue inmediato, con ese ritmo de Rock 'n' Roll, en cuya letra, hace referencia a los músicos que se ganan la vida, buscando el éxito, en las estaciones del metro de Londres.
Tras el lanzamiento del single, los miembros de la banda explicaron que el término Walk of Life (camino de la vida), hace en realidad referencia a aquellos individuos contadores de cuentos, que en la época en que aún no existían ni la radio, ni la televisión, iban de pueblo en pueblo, relatando sus historias y canciones, como modernos juglares.
Sus compases tan pegadizos se han convertido en obertura de acontecimientos deportivos, símbolo de los cantantes del suburbano de Londres, e incluso, de la extraordinaria música que se creó en aquella década tan legendaria como fueron los años ochenta.
Ha sido tanta su repercusión, que fue elegida por los integrantes de la misión STS-114, veinte años más tarde de su creación, como sonido de despertador en aquella misión del transbordador espacial.
Walk of Life me transporta a los veranos vividos en aquel pequeñito pueblo de la campiña inglesa, a orillas del río Lea. En esos años de incipiente juventud, solía escuchar por todos lados lo maravilloso que habían sido las canciones de los sesenta. Pero de alguna manera, mis oídos y mi espíritu, se resistían a creer que toda la música que estaba escuchando en la radio, en la MTV, o en las pistas del centro cívico, convertido en la discoteca de Ware para unos jovencitos canarios, no eran también los ecos de una época irrepetible.
Muchas veces me dicen que parece que estoy anclado en los ochenta, como si no hubiese nada después de entonces. Tal vez sea cierto, pero escuchando Walk of Life, ¿alguien es capaz de no canturrear la canción y evitar que se le muevan los pies?
Hace unos días que nos han contado en las noticias, que John Barry, el gran compositor, ya no está con nosotros.
Que no se lo crea nadie, porque no es verdad. De hecho, al escucharlo en el telediario, me he ido corriendo al mueble donde tengo mis CD's y tras buscarlo, lo he encontrado. He respirado con alivio, porque pensé que había perdido mi disco de John Barry, Memorias de África. Y no debemos dejarnos engañar. John Barry no ha muerto, por mucho que intenten hacérnoslo creer estos días. John Barry está vivo, pues su alma, como la de todos los que hemos disfrutado con él, están presentes en su música universal.
John Barry ha sido una referencia siempre para todos los amantes de las bandas sonoras. Esta admiración mía no hace que me considere único, ni mucho menos. De hecho, conocí una vez a un perro al que sus devotos y melómanos amos, le pusieron Barry, en honor suyo.
Out of Africa es una de mis bandas sonoras favoritas. Me acompañó como tantas otras, durante aquellas interminables y agotadoras jornadas de estudio, donde iba subrayando párrafo tras párrafo, haciendo resúmenes, intentando separar lo importante de la paja, o lo que es lo mismo, lo que me podían preguntar y lo que no, todo el tiempo que duró aquella maratoniana carrera. El sonido de los violines en la obertura, me transportaba a aquel tren que atravesaba la sabana africana, llevando a Karen Blixen a aquella granja, que tenía en África, al pie de las colinas de Ngong. Su belleza se unía a la perfección, con la fotografía maravillosa de ese viaje a bordo de aquel biplano amarillo, pilotado por Dennis Finch-Hutton, el héroe que todos quisimos ser en algún momento, atravesando una bandada de flamencos, desafiando al atardecer, para hacerle descubrir a Karen (y a todos nosotros), la belleza del mundo visto desde el aire.
Aunque hace ya muchos años que John Barry compuso bandas sonoras legendarias, por ejemplo, Nacida Libre, la saga de 007, o Bailando con Lobos, si las volviésemos a oir, apreciaríamos que no han perdido ni una gota de la emoción de sus compases. Podría extraérsele las escenas a las que están ligadas, escucharse con ojos cerrados y continuarían siendo actuales, atemporales. Nadie sabría a ciencia cierta si habrían sido compuestas hace un siglo, o incluso, ayer mismo. Porque la Música, con mayúsculas, no muere, vive para siempre.
Padre,que no es poco, pésimo médico, piloto frustrado, casi, casi, controlador aéreo, amante apasionado del Art Decó, un tanto esnob y como es obvio, Melómano.